jueves, 15 de enero de 2009

La Historia del Ratoncito Pérez

La Historia del Ratoncito Pérez

"Nunca intentes enseñar a cantar a un cerdo. Pierdes el tiempo y el cerdo se cabrea."
 [Harriet Hall - Doctora retirada en su libro «Teaching Pigs to Sing»]


 Lo siguiente es una traducción de una fábula sobre el Ratoncito Pérez (Hada de los Dientes en el mundo anglosajón) escrita por la doctora Harriet Hall que deseo divulgar. Sin duda el lector encontrará más de una persona que, como ocurre en el cuento, se resiste a deshacerse de sus dogmas por muchas razones que se le pongan encima de la mesa. Yo le invito a plantearse en cuántos Ratoncitos Pérez cree él contra toda razón y lógica. Descubrir los errores en nuestros planteamientos pudiera ser imprescindible si queremos que la sociedad tenga un futuro.

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¿Es real el Ratoncito Pérez? Una fábula.

Harriet le dijo a su hermano pequeño Dan que no existía el Ratoncito Pérez: eran sus padres los que ponían el dinero debajo de la almohada.

Dan no creyó a Harriet. El sabía que existía el Ratoncito Pérez. Cada vez que ponía un diente debajo de su almohada, a la mañana siguiente aparecía dinero. Y todos sus amigos también decían que el Ratoncito Pérez les traía dinero. Y no podían ser papá y mamá porque se habría despertado cuando hubiesen entrado en su habitación y levantado la almohada. Además, papá y mamá decían que era el Ratoncito Pérez el que dejaba el dinero por las noches, y ellos nunca le mentirían.

Harriet consiguió que varios niños del vecindario le ayudaran a comprobar si el Ratoncito Pérez aparecía cuando sus padres no sabían que se les había caído un diente. Al parecer, cada vez que los padres tenían conocimiento de la situación, aparecía dinero debajo de la almohada a la mañana siguiente, pero si no lo sabían, el diente seguía ahí al amanecer. Dan dijo que el Ratoncito Pérez simplemente rechazaba participar en esos casos, y que no traería dinero si sabía que se le estaba poniendo a prueba.

Harriet sacó del armario su Kit del Detective Junior y buscó huellas en el dinero que el Ratoncito Pérez dejaba a Dan, encontrando las huellas de sus padres. Dan dijo que eso no probaba nada, porque había muchas maneras en las que el Ratoncito Pérez podía hacerse con dinero que previamente hubiesen tocado sus padres. O podía poner ahí las huellas de forma mágica para confundir a la gente. Y, por supuesto, el Ratoncito Pérez nunca dejaría sus propias huellas porque es un ser mágico.

La siguiente vez que a Dan se le cayó un diente, Harriet espolvoreó harina en el suelo, y a la mañana siguiente le enseñó a Dan las huellas de sus padres. Él dijo que eso no probaba nada: ¬ probablemente sus padres simplemente se habían acercado a ver cómo estaba, y el Ratoncito Pérez había llegado más tarde. No había huellas del Ratoncito Pérez porque se puede meter por huecos entre las paredes y no tenía que pasar justamente por encima de la harina.

La siguiente vez, Harriet colocó una cámara de vídeo en la habitación de Dan y pilló a sus padres en el acto (en el acto de coger el diente de debajo de la almohada y poner dinero en su lugar, claro está.) Dan dijo que eso tampoco probaba nada. Quizá el Ratoncito Pérez no aparecía si había una cámara grabando. Quizá tiene la capacidad de cambiar de forma y parecerse a sus padres en la grabación. Quizá le pidió a papá y a mamá el favor de hacer el cambio sólo esta vez.

Harriet cogió a Dan y le llevó a la habitación de sus padres, abrió un armario y le enseñó una caja que contenía todos los dientes que se les habían ido cayendo, perfectamente etiquetados y fechados. Ella dijo que eso era prueba suficiente de que sus padres estaban cogiendo los dientes y dejando el dinero. Dan dijo que eso no era correcto; el Ratoncito Pérez probablemente les daba a sus padres los dientes como recuerdo, o quizá se los vendía para conseguir más dinero que poner debajo de la almohada la próxima vez. ¡Eh, eso explicaría las huellas en los billetes!

Harriet y Dan hablaron con sus padres, que admitieron que eran ellos los que cogían los dientes y dejaban el dinero. Dan dijo que probablemente estaban mintiendo. ¿Por qué creerse lo que dice la gente? Él simplemente iba a ignorarlo todo excepto lo que sabía: que el mecanismo de dejar un diente debajo de la almohada funcionaba. Que el Ratoncito Pérez era real.
Harriet gritó de frustración y se arrancó el pelo a tirones. Lo dejó bajo su almohada. A la mañana siguiente, aún seguía allí

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El enlace a la fábula es 
http://rinzewind.org/archives/2006/10/04/¿es-real-el-ratoncito-perez-una-fabula/

miércoles, 7 de enero de 2009

Gumersindadas

 Hace algunos años íbamos mi buen amigo Gumersindo Amador y yo en el coche (en el mismo coche, se entiende) peleándonos al estilo de los buenos amigos (o sea, cerca de llegar a las manos) sobre política, para variar:

- Bueno, y esa es otra de las gracias del Zapatético... - me dice tan convencido entonces como aún lo está hoy de que soy del PSOE porque hablo mal del PP.
- ¿Cuál, Gumersindo? - respondo yo sin querer entrar en la enésima explicación de que PSOE y PP son, en definitiva, los mismos truhanes que siguen, por mucho que traten de disfrazarlo, las mismas políticas. Con Gumersindo a veces se cumple aquello de que "La Resistencia es Fútil".
- Pues que ahora van y dicen los americanos - (sic) - que se van de su base militar de no sé dónde que tenemos puesta aquí en España.
- ¿Y qué? - le digo yo - Cuanto menos se nos implique en sus guerras de rapiña contra otros países mejor.
- ¿Cómo que "y qué"? ¿Tú sabes cuántos cientos de miles - (sic también) - de puestos de trabajo daban aquí esas bases militares?

 A veces Gumersindo logra que sienta un cansancio moral bien comprensible. Supongo que fue harto de exageraciones como estas que dijo el filósofo: "El pescador que, en el calor del relato, abre en arco los brazos está tratando menos de establecer el tamaño del pez que el de la emoción que sintió al pescarlo".

 Que no soporta al Zapatético, vamos; así que todas las exageraciones están permitidas si de atacarle se trata.

- Pues no lo sé. ¿Cuántos? ¿dos? ¿tres? ¿cuatro?
- Un montón. - me asombra él.

 O más bien debería decir que me asombraría si, en lo que concierne a estas cosas, le otorgara credibilidad suficiente para aceptar que una sola base militar estadounidense puede dar millones de puestos de trabajo a españoles.

- Pero Gumersindo, esos españoles - evito entrar en lo de si son "montones de cientos de miles" - no deberían ganarse la vida a costa de los muchísimos muertos que causa el ejército estadounidense - (me quedo con las ganas de decir "sic") - bombardeando desde esas bases militares para las que ellos trabajan.
- Eso díselo a ellos - sentencia tajante él con un aire de rey Salomón que hasta le miro a ver si lleva la espada.

 Yo me imagino la conversación con mi vecino:

- Oiga, ¿por qué le está usted cediendo su terraza a ese francotirador, que me dispara cada vez que salgo de mi casa?
- Pues ¿qué quiere que haga, si me está pagando por ello? Tendré que ganarme la vida.

 Pienso en explicarle a Gumersindo que un trabajo no puede ser considerado digno si se basa en el asesinato o sufrimiento ajeno. Pienso en explicarle que si tan sólo esa base militar diera trabajo a diez "cientos de miles de españoles" ya tendríamos a uno de cada cuarenta españoles trabajando en ella, lo cual es una barbaridad matemática. Pienso en explicarle que lo que le ocurre es que FalsiMedia le ha inoculado un sicocondicionamiento a favor de los estadounidenses, "sic" incluído. Incluso pienso en explicarle que dos y dos son cuatro.

 Pero en lugar de ello opto por sentir un cierto cansancio moral.

 Bien comprensible, eso sí.