domingo, 6 de diciembre de 2009

Las Dos Españas

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"No es que Israel no quiera paz: todos quieren paz, incluso Hitler. La cuestión es: ¿bajo qué condiciones?"
[Noam Chomsky - Libertario]

"- No le escucharán ¿Sabe por qué? Porque tienen ciertas ideas fijas sobre el pasado. Cualquier cambio sería considerado como una blasfemia aunque fuese cierto... No quieren la verdad. Quieren sus tradiciones."
[El Sol Desnudo - Isaac Asimov]

"- He convencido a toda la gente razonable. El resto, la mayoría, no están dispuestos a renunciar a su aversión emocional."
[El Hombre Bicentenario - Isaac Asimov]


El otro día estoy con mi buen amigo Gumersindo Amador hablando de política. En realidad soy de los que piensa que, en resumidas cuentas, todas las discusiones son discusiones políticas, pero eso es otra historia. Como ya sabrán ustedes, en este simulacro de democracia que tenemos en España hay en realidad tan sólo dos partidos políticos (de ahí que la cosa se llame bipartidismo), básicamente para que así los verdaderos poderosos del país tengan menos títeres que manejar. Y Gumersindo es uno más de los que cae en la trampa montada por el circo mediático destinado a convencernos de que ambos partidos no son, en realidad, el mismo.
Así que él opta por el Partido A. Y, por tanto, despotrica de los del Partido B. Es lo más fácil.

- Para mí está claro que quien sea del Partido B es un malnacido hijo de perra. - me dice vehementemente, como si, pese a sus duras palabras, soltara una tremenda obviedad.

¿Alguna vez les he dicho que Gumersindo me hace sentirme a veces cansado, muy cansado?

Precisamente me acordé de esta conversación el otro día, leyendo la «Historia de Aquí» de Antonio Fraguas Forges. Se trata de un resumen de la historia de España contada mediante la unión de textos y viñetas cómicas del propio autor. El otro día, en la parte correspondiente a la Primera República que hubo en la Península Ibérica, allá por el 1880 más o menos, leo:

"Adios Asamblea y adiós Primera República. Desapareció por el encono, el enfrentamiento y la intolerancia de las ya definidas Dos Españas; fue un sueño de libertad que nuestros tatarabuelos vieron convertirse en pesadilla."

El concepto de las «Dos Españas» viene de lejos aquí por este país, y hace referencia a los dos grandes grupos en los que los españoles solían dividirse en cuanto a su forma de pensar cómo debe organizarse una sociedad. Se cuenta que las Dos Españas siempre estuvieron divididas, incomunicadas (e incomunicables), irreconciliables y, sobre todo, odiándose. Cada una culpaba a la otra de todos los males del país. Cada una creía ser reflexiva, tolerante y que la otra estaba compuesta básicamente por hordas de insensatos rabiosos. Cada una creía no buscar la confrontación pero estar continuamente siendo atacada por la otra. Y ninguna escuchaba a la otra, ¿para qué hacerlo?
Tales condiciones, claro, eran terreno abonado para los enfrentamientos. Y no les resultaba a los poderosos muy difícil atizar las brasas para que el pueblo se zurrara cuando les convenía; por ejemplo si había que distraernos cuando algún inoportuno hablaba de los lujos que disfrutaban unos pocos mientras casi todos los demás se morían de hambre.

Cuando oigo hablar a gente como Gumersindo pienso que cualquier intento de cambiar el mundo fracasará. O al menos de hacer cambios racionales en este país. Porque parece que sí que siguen existiendo las Dos Españas, enfrentadas e irreconciliables, enconadas y no dispuestas a ceder en nada. Y lo primero que necesitamos para poner de acuerdo a personas que piensan diferente es respeto mutuo, algo que en España, el país del «Si no piensa igual que yo es que es tonto de remate», resulta por ahora extremadamente difícil.

Aún no hemos, en España al menos, entendido algo tan básico como estas palabras del periodista Javier Ortiz:

"Un demócrata no puede afirmar [...] que nunca admitirá propuestas políticas que dividan a la población. Y menos aún que rechace que una parte de la ciudadanía decida qué debe hacer el conjunto. Ambas cosas están en el ser mismo de la democracia. Los demócratas consideramos que la existencia de líneas políticas divergentes es un excelente signo de vitalidad de la sociedad. Y somos partidarios de que la ciudadanía vote, y de que se obre conforme a lo que decida la mayoría. Básicamente porque, si tuviéramos que esperar a ponernos todos -o la inmensísima mayoría- de acuerdo en cada cosa importante, nunca haríamos nada. Y porque, si rechazáramos obrar conforme al criterio de la mayoría, estaríamos propugnando la dictadura de la minoría."

¿Qué puede pasar cuando algunos definen de «malnacidos hijos de perra» a quienes votan otra cosa? Pues depende de si son «algunos» o «muchos». Allá por los años 30 creo que fueron «muchos». Por eso pasó lo que pasó.


Si de verdad queremos que la raza humana sobreviva tenemos que cambiar muchas cosas, empezando por nosotros mismos.


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