viernes, 4 de diciembre de 2009

Viviendo al Día

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"Para los enanos que cruzaban periódicamente La Comarca, así como para los disciplinados Montaraces, educados siguiendo las más estrictas tradiciones, La Comarca no parecía estar, por toda su ordinaria cotidianeidad, mejor organizada o gobernada que un jardín de infancia. Sin embargo, los viajeros más sabios podían discernir en La Comarca una semejanza con un reino pacífico e idílico, el tipo de reino que había sido soñado por numerosos pueblos y alcanzado por muy pocos. Los hobbits de La Comarca viajaban por su pequeño país sin ningún tipo de armas o miedo. Dentro de sus límites no se elevaba ningún gran castillo ni edificio, pero hasta los más inferiores sirvientes hobbits y ayudantes de campo tenían asegurado el refugio durante las tormentas de invierno, así como la ayuda por parte de los demás hobbits si dicho refugio les fallaba."
[Wesley Frank - La Comarca (basado en la novela «El Señor de los Anillos»)]




El otro día mi buen amigo Gumersindo Amador y yo estuvimos con un amigo nuestro que anda el hombre, como suele decirse, económicamente con el agua al cuello. Que si hipoteca, que si averías del automóvil, que si el escaso dinero que gana con su trabajo le llega para comer por los pelos, etc. Ya saben, mucha gente está así ya en España, pero la cosa no tiene visos de arreglarse, más que nada porque difícilmente vamos a arreglar nada si los que tenemos que arreglarlo, que somos las personas de abajo (es decir, los vampirizados por los de arriba) no queremos hablar del tema. De hecho no queremos hablar de ningún tema, pero esa es otra historia.

- Pobrecillo, está más tieso que la mojama. - le digo yo a Gumersindo cuando nos vamos.
- Pues sí. Vive al día. Tiene algún percance, y se cae con todo el equipo. - me responde él, refiriéndose a su economía, claro.

Posteriormente estuve pensando en el tema. Muchos hijos viven también «al día» en una situación parecida: tienen una trifulca gorda con la familia, lo que es, por desgracia, cada vez más frecuente, y les toca poco menos que irse a vivir debajo de un puente, incluso aunque tengan trabajo o hasta algunos ahorros bancarios. También muchos cónyuges están en situación parecida. Hoy pueden estar más o menos a flote, y mañana el agua les cubre hasta la coronilla. De los parados ya ni hablamos.
Ocurre lo mismo con muchos trabajadores, en realidad: pierden el trabajo, lo que cada vez es más fácil que ocurra de modo fulminante, y se quedan sin posibilidad de pagar las hipotecas múltiples que carguen.
Aún mucha gente con un trabajo medianamente estable está igualmente viviendo al día: tienen tantas deudas, que un percance no muy grande, como un golpe en su automóvil (que tienen que tener no por lujo sino por obligación de facto para su día a día) que su seguro se niegue a pagar, les supone la bancarrota.
Incluso, ya yéndonos a grupos sociales que están en situación un poco más desahogada (hipotecas pagadas, fuentes de ingresos aceptables para pagar los gastos de la vida), también estas personas pueden tener sin muchas complicaciones un percance que les hunda, económicamente hablando, la existencia, como una enfermedad que requiera un costoso tratamiento o un incendio en la vivienda; no todos estos casos quedarían cubiertos por seguros varios contratados a tal respecto.

A donde quiero llegar, si es que quiero llegar a alguna parte, que a veces lo dudo, es a que, en un estado en el que las políticas se van alejando cada vez más de lo social, esto es, de que la sociedad cuide de los suyos, y en el que, en lugar de ello, lo que impera cada vez más es el «búscate la vida», podríamos decir que casi todos estamos, en realidad, viviendo «al día».
Sin cohesión social, frente a la adversidad no seremos como la red de una portería de fútbol, que para el balón por muy fuerte que venga al distribuír el impacto entre casi todos sus nodos. Seremos más bien como los bolos de la bolera, cayendo por separado con facilidad.



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