viernes, 19 de diciembre de 2008

La Ilusión de los Ilusos

 Hoy me ha tocado comer con gente que, supongo que por aquello de amenizarse la comida, enciende la TV. Han puesto el telediario y, si bien mi desprecio por la televisión actual es tal que en mi casa acostumbra a pasarse meses desenchufada de la corriente eléctrica, tengo que admitir que los telediarios no tienen desperdicio.
 Me referiré particularmente a una noticia sobre las estafas por internet, que, sabido es de todos, está poblado casi al completo de pedófilos y estafadores.
 Resulta que la presentadora (no la llamemos periodista) nos introduce a la noticia diciéndonos que continúa habiendo multitud de estafas por internet y tal y cual. Acto seguido empiezan las imágenes que ilustran un caso de una web que vende boletos de "la prestigiosa lotería española". Toma ya. Ahí queda eso. Y sigue la noticia con lo que debe hacerse para comprar lotería legal, con más imágenes de establecimientos en la calle de venta legítimos de más lotería, con declaraciones de vendedores/as legítimos de, como no, más lotería. Nos habla de no sé qué sitio web de la Administración donde sí que es legítimo comprar lotería por internet. Nos dice que las ventas de Lotería por internet han aumentado un 25% en los últimos años. En fin, que la noticia más acaba siendo un monográfico sobre Lotería que sobre estafas en internet.
 En otras palabras: Propaganda. Encubierta, al menos para quien no se conozca ya el percal de nuestra prensa, pero propaganda al fin y al cabo. Propaganda de la Lotería, claro. Creo que era de la Lotería de Navidad esa, pero como ni he comprado en mi vida ni sé cuándo se sortea, o se vende, o los premios que hay, pues estas cosas se me quedan como si dos médicos hablaran de la permeabilidad mitocondriana de las células del páncreas (¿existirá eso?) de un paciente. Así que lo mismo era de alguna otra lotería, pero es lo mismo para el tema del que pretendo escribirles.
 Por si no estuviera resultando ya de por sí lo bastante pesado este artículo mío, les voy a contar una de mis enseñanzas del colegio, lugar donde, como irá pudiendo comprobar quien tenga la paciencia de seguirme asiduamente, aprendí muchas cosas.
 Esta enseñanza escolar comienza el día de preparación del llamado Viaje de Estudios Escolar. Era cosa habitual por aquel entonces el organizar un sorteo de no sé qué, imprimir sus boletos, venderlos, y a quien le toque le ha tocado, y nosotros conseguíamos nuestro dinerito para el susodicho viaje; más que nada porque la mayor parte de la recaudación de las papeletas nos la quedábamos: sólo una pequeña cantidad proporcional se dedicaba a comprar el premio ese, fuera el que fuera (acostumbraban a ser cestas de navidad, me suena a mí).
 A la mayoría de niños les tocó vender papeletas del sorteo, y a mí me tocó vender unos hermosos escuditos con el anagrama del colegio para coser en la camiseta. "Pues lo tienen difícil los otros. ¿Quién va a querer comprar lotería?" pensé yo en un momento de lucidez al estilo del "Un millón de bayonetas españolas defenderán Berlín" que dijera Franco en su día. Dicho y pifiado: las papeletas las vendían todos los niños como churros. Por contra yo me las veía y me las deseaba para vender los escudos. "Una papeleta de lotería sí, porque puede tocar, hijo, pero ese escudo no, porque eso no sirve para nada" me dijo condescendiente la madre de mi mejor amigo. Me suena que no vendí ni la cuarta parte de los escuditos. Eso sí, quien se quedó con alguno, yo incluído, lució su escudito en la camiseta durante años. No sé si serviría para algo, pero en la basura no acabó al día siguiente del sorteo.
 En efecto, a día de hoy mucha gente que quiere conseguir dinero organiza una lotería, sorteo o rifa de cualquier tipo. Incluso los Gobiernos la organizan para recaudar fondos. Poder participar en la lotería no es ningún regalo de la fortuna, sino caer en una trampa que beneficia a unos pocos (el organizador y a lo sumo el ganador del sorteo) y perjudica a otros muchos (todos los que compraron). 
 Pero es que aunque la Lotería no fuera un sistema de recaudación de fondos por parte del organizador también seguiría siendo algo intrínsecamente estúpido. Imaginemos, por poner un grupo reducido de personas, que en nuestra Comunidad de Vecinos nos proponen juntar una cierta cantidad por cabeza, pongamos 100EUR, para sortear el total y dárselo a uno de los vecinos. No sé qué respuesta darían ustedes ante tal sugerencia por parte de la Comunidad, pero sé la mía. Y no es publicable.
 Por supuesto la radio emite programas sobre lotería, los resultados de la lotería y diversas rifas aparecen con frecuencia en los mal llamados "Noticieros", se hacen programas de TV especiales sobre el tema, y no digamos nada de los telediarios el día de los premios importantes de Navidad, dedicando más de la mitad de su tiempo al ambiente juerguista montando por los (pocos, no se engañe) ganadores y su abundante champán. "Podría haber sido usted", quieren transmitir. Lo que yo decía: Propaganda. ¿Está usted en crisis? Pues cállese y compre lotería, que lo mismo le toca y se le acaba el problema. 
 La Lotería, como sistema de reparto desigual de la riqueza, es justo lo contrario del compartir y cooperar que promulgaba un tal Jesucristo. Anda que si levanta, como suele decirse, la cabeza. Es decir, si la levantara otra vez, que creo que, para eso como para otras muchas cosas, resultó ser una excepción y ya la levantó una.
 La lotería incrementa el desequilibrio económico, las desigualdades. Y no es por casualidad que la ONU considera las desigualdades sociales como uno de los factores que bareman la calidad de vida de un país.
- Pero ¿tú sabes lo que son 10 millones de Euros? - me dice el que me introduce el boleto de lotería por la nariz mientras yo pataleo gritando que no, que no quiero comprar lotería, que cuántas veces tengo que decirlo. 
- Pues, estadísticamente hablando, - le respondo yo, que me gusta dármelas de tecnocrata - ni lo sé yo, ni lo vas a saber tú. Porque no nos va a tocar a ninguno.
 Y para colmo en estos tiempos de crisis resulta que está aumentando el gasto en lotería. Compramos lotería como placebo cuando deberíamos estar tratando de arreglar el mundo que nos rodea.

 Pues yo no voy a picar. Este año al menos no.
 ¿Y usted?