lunes, 15 de diciembre de 2008

Por Favor, No me Lean

 Ahora que está usted leyendo este artículo (o algo, tomémoslo a broma, que medio pueda llamarse con ese nombre) creo que es buen momento para transmitirle una reflexión mía respecto de la prensa.
 Contaba un amigo de estos que estudió en su día en la Universidad Francesa de La Sorbona, que estando él allá por donde los franchutes, consideraba al prestigioso diario Le Monde como ejemplo de calidad, rigor e integridad periodística. Veía detallados sus informes, fiables sus fuentes, concisos sus resúmenes de la situación del mundo mundial... vamos, la pera. Tan sólo echaba en falta el hombre que, en lo referente a su España añorada, los redactores se informaran un poco mejor, porque la mayoría de tales textos periodísticos le sonaban a aquello que suele decirse de que el redactor "Oye campanas, pero no sabe dónde".
 La cosa se volvió más jocosa cuando, departiendo con sus compañeros de otros países (no franceses, por lo visto aquello de La Sorbona era una especie de Torre de Babel o algo similar), se encontró con que cada uno echaba de menos mejor información periodística respecto de su tierra. Eso sí, salvo en aquel detalle, ellos también consideraban a Le Monde ejemplo de rigor, calidad periodística, bla bla bla.
 Viniéndonos ya más a los tiempos modernos, he creído yo observar cómo cada entendido en alguna materia considera que la prensa convencional no refleja correctamente la realidad cuando trata el tema de sus entendederas. Vamos, que no sabe de lo que habla. El médico dice que la información médica en la prensa es de chiste, el informático acostumbra a pitorrearse cada vez que se habla del "Windows y su gran calidad" en la tele, y así. No obstante, y aquí viene la gracia, cada uno de ellos utiliza esa misma prensa para informarse del resto de temas del mundo, es decir, de aquellos de los que él no entiende mucho.
 Y digo yo: ¿Nadie se ha puesto a atar cabos y ha deducido que la mayoría de textos periodísticos son, por decirlo claro, pura bazofia? Sí, señores. Estoy convencido de que poco de lo que van ustedes a encontrarse en el periódico es realmente informativo de la realidad del mundo que nos rodea.
 Así que yo que ustedes no leería mucho de esos papeles que sostienen ahora mismo. Incluyendo esta mi columna, por mucho que esté en internet (la prensa llamada "online" no anda, en general, por otros caminos para estos temas), así como a cualquier otro columnista; créanme, somos todos unos egocéntricos que, mayormente, sólo hablamos de nosotros mismos.
 Puedo incluso darles más razones para que no los lean. A saber:
 ¿Se han fijado ustedes que esos papeles que sostienen entre las manos llevan publicidad? ¿Cómo creen ustedes entonces que se financian los periódicos, revistas y gacetillas varias? Porque a mí me da que es con lo que pagan los anunciantes, no con la miseria que cuesta el rotativo, si es que cuesta algo. Y, ya puestos a elucubrar, ¿cuántos artículos han leído ustedes últimamente en el periódico contrarios a los intereses de sus anunciantes? ¿Acaso las revistas hablan mal de Repsol, que, oh casualidad, varias páginas más alante tienen un carísimo anuncio a doble página?

 Háganme caso y cierren ese periódico, y, ya que han empezado tan bien, continúen por apagar la tele y la radio, que también se las traen en estas lides de la falta de calidad y la manipulación, y vayanse a internet (a día de hoy el último bastión de la verdad si uno busca bien por los foros de debate y los sitios web adecuados) para tratar de averiguar qué pasa en el mundo que les rodea.
 Oh, ya, claro, pero eso requiere más esfuerzo que recibirlo todo procesado, ordenado, envasado y enlatado, ¿no? Bien, también resulta más fácil tomarse el biberón que ir eligiendo la comida de la mesa que uno desea.

 Supongo que el asunto, en definitiva, es una cuestión de elegir dejar de ser niños y hacernos adultos.