jueves, 26 de marzo de 2009

Yo También Hablo de Obama

 Allá por el año 1987, creo que fue, cuando se supo que en el año 1992 en España coincidirían una gran exposición mundial de aún no sé qué (o a quién) exponían (ni a qué) a la que se llamó La Expo 92, y los Juegos Olímpicos (en Barcelona), el Gobierno de entonces, palmeado por la FalsiMedia de la época, por lo visto vio en ello un "Pan y Circo" adecuado para distraer al personal de los problemas reales. Nada novedoso, lo que siempre han hecho los gobiernos.
 El caso es, imagínense ustedes cómo sería el cirio propagandístico que montaron con aquello de que en el maravilloso y deseado año 1992 se arreglarían todos nuestros problemas, que ese fin de año mi abuelita nos llamó del pueblo para desearnos a todos "Feliz 1992".
 "Claro, pobrecilla", pensamos. Ella allí, en el pueblo, aislada, nada más que viendo la tele, pues es lógico que se haya creído que el año 1992 era este que entraba, de la de veces que habrá visto el número. Para mí tenía su lógica, tanto más desde el momento en que a menudo me cuesta recordar también el año en el que estamos, sin ver tele ni ser abuelo ni nada.
 Relato esto a santo de que el otro día, andando por la calle, escucho una conversación:

- Ay por Dios, yo no sé cómo voy a aguantar ya. Como el Obama este no haga algo pronto, veremos a ver.

 La primera frase es común. Se oye poco, porque aquí a nadie le gusta andar de lastimero, pero cuando no se escucha en las voces se entiende en las caras o en los gestos. Casi diría que, si uno guarda silencio y presta atención telepática (cosas mías, no me hagan mucho caso), la lee en las mentes de los demás.
 La segunda frase ya es cosecha más reciente. Y yo debo de no haber perdido mi capacidad de sorprenderme, eso que dicen los novelistas que es tan bueno, porque es que a poco si me da una apoplejía allí mismo.

 "Otro como mi abuela", pensé.