viernes, 13 de febrero de 2009

Decreciendo

 El arte, qué duda cabe, contiene a veces escenas dignas de conservar para siempre en la memoria. Quizá por lo que nos enseñan, o tal vez porque ilustran o ponen de relieve aspectos de la realidad que a menudo se nos escapan. Me gustó particularmente la frase del pintor suizo Paul Klee: "La tarea del arte es hacer visible lo invisible". De hecho, no logro encontrar una definición de la palabra "arte" que me parezca más apropiada.
 Recuerdo ahora mismo una de esas escenas del arte. En concreto de un cómic (tambien llamado novela gráfica, historieta ilustrada, o incluso en su día en España tebeo) del personaje de ficción Superman titulado "Las Cuatro Estaciones". En un escena a doble página el granjero Jonathan Kent, padre de Clark Kent (el alter-ego humano de Superman), contempla, herramienta de labrador en mano, una puesta de sol sobre la extensa llanura que es su plantación, tan hermosa que corta el aliento.
 Su hijo llega hasta él. Clark, forjado en la sensatez propia de quien ha crecido también en zona rural, lejos de la caótica gran ciudad aunque ahora (el trabajo de Superman a tiempo parcial tiene eso) se vea obligado a vivir casi contínuamente en ella, se para también a apreciar el momento. La calma propia de la salida y la puesta de sol, los momentos que la filosofía oriental considera de equilibrio de energías positivas y negativas, los rodea a ambos.
 No obstante, Clark pregunta:

- ¿Nunca te cansas de esto?

 Su padre, que duerme profundamente 8 ó 9 horas al día (quién las pillara, ¿verdad, amable lector?), que sabe que el silencio (sí, en algunos lugares del planeta todavía existe) rural es para él lo que el agua sería para un pez, que se alimenta de platos sencillos y poco procesados industrialmente (ni envueltos en plástico ni saben a plástico) de los que le sacian a uno el hambre durante más de media hora, su padre que saluda alegremente a vecinos que le devuelven el saludo y le consideran una persona en vez de un competidor, le responde:

- No. Nunca.

 Jonathan Kent vive en una población, SmallVille, donde no se cambia de teléfono móvil cada 3 meses, ni de automóvil cada 3 años. A SmallVille no llegan las últimas cámaras de vídeo japonesas, y ni siquiera existe el concepto de "ir de compras" por el mero hecho de tener nuevos bienes, los que sean. En SmallVille no hay ricos, pero la gente saluda "¿Cómo estás?" esperando una respuesta. Los habitantes de SmallVille no esperan ganar cada vez más dinero o quitarse de trabajar "ampliando su empresa" y echándole encima el trabajo a panolis a cambio de cuatro perras, mientras ellos se quedan con el grueso de los beneficios; pero en cualquier sitio que se reúnan varias personas se formará una conversación exenta de sonrisas forzadas o notas bajo cuerda para pegar puñaladas más tarde.

 Si queremos sobrevivir ha llegado la hora de decrecer.
 Y si diéramos los pasos adecuados no tendría, en realidad, porqué ser una desgracia.