lunes, 2 de febrero de 2009

Esperando que Todo se Arregle

 Recuerdo una graciosa situación que creamos tres amigos hace años. Fíjense en el esquema: le pedí a mi buen amigo Gumersindo Amador un CD con ciertos documentos (pongamos, por decir algo, la versión digital escaneada de "La Historia de Aquí de Forges Antes de que se Pasara al Lado Oscuro") que él no tenía, pero que, afirmaba, podía conseguir. Al día siguiente Gumersindo, ni corto ni perezoso, que otra cosa no, pero buen amigo sí es, le pidió sin que yo supiera más detalles (llamémoslo, para que se entienda la historia, con nocturnidad pero no con alevosía) los documentos a un tercer amigo (pongamos, por decir alguien, Fulano de Copas) que, miren lo que son las cosas, me conocía de antaño. Fulano de Copas le dijo a Gumersindo que no tenía esos documentos, pero que conocía a alguien que los podía conseguir, que le diera un par de días y se lo arreglaba. ¿Me siguen?
 Pues lo gracioso, que hasta ahora ha sido poco, entra aquí: Fulano de Copas me llamó a mí al día siguiente, ya sin que Gumersindo supiera más detalles (también nocturnamente pero tampoco alevoso) y me solicitó si podría yo conseguirle esos documentos. De modo que cuando yo respondí "No los tengo, pero espérate un poco que me los van a dar en breve" fue cuando llegamos a lo que podríamos definir una situación de interbloqueo: cada uno esperando los documentos para dárselos a otro, y ninguno de los tres con posibilidad alguna de llegar a conseguirlos algún día.
 Poco después, por fortuna, se aclaró la cosa. Supimos a quién esperaba cada uno para cumplir con su entrega, y nos resultó muy divertido. Nos quedamos los tres con un palmo de narices en lo referente a conseguir los documentos, pero al menos sacamos unas risas de la cómica escenita.

 Esta boba situación, que espero haber explicado medio decentemente, es la que evoco ahora cuando me fijo en el panorama laboral y económico de la sociedad española: estamos, quien más quien menos, prácticamente todos a la espera de que las cosas se arreglen. El aparejador esperando que la constructora le pague por sus trabajos realizados, la constructora esperando que el concesionario de automóviles le pague por la nave que le construyó y así poder pagar al aparejador, y el concesionario de automóviles esperando que el aparejador le compre un automóvil para tener liquidez y pagar a la constructora. Ellos, todos, lo llaman "esperar a que la cosa mejore". Y nadie dice que no vaya a pagar, claro. "Espérate un poco", me figuro que les dicen a sus acreedores. Hace algunos días leo en una portada de prensa: "Los precios de la vivienda no bajan a pesar de la crisis". Los vendedores estarán esperando a que los compradores tengan liquidez, o a que los bancos den créditos.
 Y así estamos todos: esperando que todo se arregle.

 Me da a mi que esta vez los únicos que, si acaso, van a poder reírse de la situación son los que están arriba, muy arriba. Los que han acaparado riqueza a manos llenas, quitándonosla, por lo tanto, a los demás. Los culpables del desaguisado, por decirlo a las claras.