lunes, 9 de febrero de 2009

Y No Tiene Novio

 Escucho (sin intención, era gente que hablaba alto) en el supermercado (¿queda alguna "tienda del barrio" por algun lado?) una conversación ajena:

- No tiene novio, es vicedirectora de una sucursal bancaria, se ha comprado el coche, un piso, así que no tiene novio. Se va a ir a Venecia una semana.
- Vaya, ¿y qué edad tiene? - aquí ya me empiezo a repatear, como el que dice.
- Tiene [nn] años. - perdónenme, amables lectores, pero no recuerdo el número. Es una peculiaridad mía. Pero con esa tizona les arrearé otro día. Entretanto, siguen los contertulios - Y ya te digo: su puesto de trabajo en el banco, su coche recién comprado y su piso. De modo que de novio nada. - queda repetido el hecho triunfal autosuficiente de la referida gloriosa fémina triunfadora. ¿Tendrá también el afecto de sus vecinos, o se subirá en el ascensor con incómodos silencios, como le pasa a todo quisque? ¿Tendrá salud, o dolor de espalda por estar metida en este jaula de monos masiva que es cualquier ciudad contemporánea? ¿Dormirá bien, o a poco que reseque un poco el tiempo la alergia la tendrá sofocada?

 Dejando de lado el debate acerca de eso que en nuestra sociedad se llaman logros, me paro a pensar en la interfecta, que, como ya puede ganarse la vida por si misma, pues no necesita novio.
 Lo primero que se me ocurre es que es habitual esa actitud de las mujeres: hay que buscar un hombre para que las mantenga. A ser posible, y perdónenme por la consonancia histórico-carpetovetónica-mamarrachal, "atado y bien atado". Léase "que firme".
 Ya puestos, recuerdo otra conversación, esta vez con el que suscribe de participante (es un decir lo de participante; el que suscribe más bien repetía el estribillo "Sí, cariño" por la cuenta que le traía):

- Pues no, que os gusta mucho a los hombres eso de no casaros. Que entonces como sois hombres y sois fuertes, cuando os da la gana agarráis la puerta y os vais. Y de eso nada: que tengamos papeles las mujeres, que os tengamos sujetos por algún sitio. - admirable la franqueza, eso sí.

  Supongo que lejos quedaron aquellos tiempos de Movimientos de Liberación Femenina de décadas pasadas, con su "Una mujer necesita a un hombre lo mismo que un pez a una bicicleta".

 Hasta aquí la conclusión misógina acerca del tema hubiera sido lo lógico. Incluso un alivio para quien no quiere darle más vueltas a las cosas. Tengo más de un conocido que elucubra acerca del tema hasta llegar al puerto de la misoginia, y ahí se queda, que se está a resguardo.
 Me temo que yo saco la barca a navegar por los mares de los devanamientos de cabeza demasiado a menudo. Por ejemplo, esta vez, en la que acabo concluyendo sobre tal actitud femenina: ¿Acaso les dejamos otra opción?
 Seamos claros y breves: normalmente una mujer tiene más difícil que un hombre eso que he calificado más arriba de "ganarse la vida", al menos si añadimos la palabra "honestamente": peores salarios, la carga de tener hijos que cuidar o incluso la cuasi-obligación de tener que bajar la mirada castamente cuando va por la calle o se cruza con hombres. Y múltiples trabas por parte del mundo masculino molesto por lo que ve como una lucha de igual a igual con la mujer, tras tantos milenios de lo que podríamos llamar primacía.

 Desde luego el tema de debate no acaba aquí. Habría muchos factores más que poner encima de la mesa a favor y en contra de mis conclusiones. Pero, aunque sólo sea por hacer algo constructivo, quisiera contribuír sugiriendo una posible solución al tema: quiero pensar que la implementación de la Renta Básica ayudaría con problemas como este.
 Si toda persona, hombre o mujer, cobrara del estado una cantidad, pongamos mensual, que al menos le permitiera vivir dignamente, es posible que eso ayudara a que las parejas no se formaran para que alguno de sus miembros resuelva lo de "ganarse la vida".
 ¿Y de dónde saldría ese dinero para pagar una renta básica mensual? Pues podríamos sacarlo de las rentas más altas, como los megabanqueros esos que cruzan miles de kilómetros en su avión privado la tarde que quieren comer la especialidad gastronómica de otro país.
 Que ya han tenido demasiada riqueza durante demasiado tiempo.