martes, 12 de mayo de 2009

No Son los Androides que Buscáis

"La lectura le cansa […]. Intuye. Prefiere el significado resumido y fulminante de la imagen sintética. Ésta le fascina y lo seduce. Renuncia al vínculo lógico, a la secuencia razonada, a la reflexión que necesariamente implica el regreso a sí mismo […]. Cede ante el impulso inmediato, calido, emotivamente envolvente. Elige el living on self-demand, ese modo de vida típico del infante que come cuando quiere, llora si siente alguna incomodidad, duerme, se despierta y satisface todas sus necesidades en el momento."
 [Retrato de un televidente - Ferrarotti, 1997]


"La elección es una ilusión creada entre los que tienen el poder y los que no."
 [Matrix Reloaded - Warner Brothers]




 Me viene a la cabeza una memorable escena del arte cinematográfico que todo inadaptado social tecnócrata debe recordar de memoria, so pena de ser excluído del grupo y aún pisoteado inmisericordemente por el resto de ese clan de criaturas indefinibles que nos saludamos con el particular gesto de la mano que ponen los vulcanianos de Star Trek cuando se desean "Paz y Prosperidad".
 La escena de marras corresponde al episodio 4 de la saga "Star Wars", dirigida por George Lucas, titulado "Una Nueva Esperanza". En ella los protagonistas, viajando en su automóvil deslizador, son detenidos en un control por los arrogantes guardias imperiales, quienes rodean el vehículo arma en ristre:

- ¿Desde cuándo tienes a esos androides? - dice el sargento con una entonación (la cara no se le ve, porque lleva casco cerrado) de pocos amigos que, vaya uno a saber porqué, me trae el recuerdo de José María Aznar diciendo lo de "son unos pancarteros".
- Hace 3 ó 4 estaciones. - responde el joven Luke Skywalker.
- Están a la venta, si os interesan. - añade amistoso el anciano caballero jedi Obi Wan Kenobi. Un farol, porque los androides son aquí, como suele decirse, la madre del cordero, ya que llevan los planos secretos esos que siempre hay en estas películas.
- Enséñanos su documentación - corta secamente el sargento recordándome también el aire Aznariano, esta vez más al estilo de cuando dijo "son perros que ladran su rencor por las esquinas".

 En ese momento Obi Wan hace un sutil gesto con su mano, mientras mira fijamente al sargento:
- No necesitáis ver su documentación - le dice, así a palo seco.
- No necesitamos ver su documentación - dice el guardia, como si diera una orden. El acento bigotudo tiene eso, que hasta obedeciendo parece que te escupen las cosas.
- Estos no son los androides que buscáis - "sugiere" Obi Wan, repitiendo el gesto.
- No son los androides que buscamos - ordena el sargento.
- Él es libre de ir adonde quiera - dice, por si fuera poco, Obi Wan con otro gesto.
- Es libre de ir adonde quiera - si por el sargento fuera añadiría "¿pasa algo?".
- Adelante - "ordena" Obi Wan humildemente, esta vez ya sin gesto ni nada, quizá seguro de si mismo por lo entregado que tiene al público.
- Adelante, adelante - gruñe el soldado.

 No bien se han alejado, el joven Luke no acaba de creerse lo ocurrido:

- ¿Cómo ha conseguido que nos dejaran pasar? Yo ya lo veía todo perdido.
- La Fuerza - responde Obi Wan - influye notablemente sobre las criaturas débiles. - ("weak minded" en la versión original del filme en inglés). Todo un detalle por su parte usar ese eufemismo para "más tontos que Abundio".

 Ya entonces me empezó a mí a encandilar eso de los poderes Jedi, capaces de lavarle el cerebro así a alguien. En otra escena del episodio 2, titulado "El Ataque de los Clones", el joven jedi Anakin Skywalker (familia del anterior, así que todo queda en casa) está algo así como, digamos, pelando la pava con la senadora Padme Amidala en un hermoso valle, y en tratando el jovenzuelo de que ella le cuente de sus novios anteriores (toda una sorpresa en una conversación de pareja camelante, ¿verdad?) ella se resiste:

- ¿Y si no quiero? ¿Usarás conmigo algun truco mental jedi?
- Bah. Sólo funcionan con los necios. - responde Anakin, apartando la vista, quizá con algo de desagrado por recordar las veces que ha usado ese poder para violar las mentes de otros.

 Creo que fue Richard Nixon el que dijo una vez que la razón es una facultad al alcance únicamente de un reducido porcentaje de la población, de modo que la mayoría se deja llevar exclusivamente por sus emociones. Y mucho me temo que estaba en lo cierto: la razón es trabajosa, lenta, tediosa, y tanto esfuerzo ni siquiera nos garantiza su infalibilidad. La intuición, esa respuesta más emocional o emotiva que se nos genera dentro, es más directa, rápida y clara.
 Los poderes Jedi han aprendido a influír, de manera telepática (ficciones cinematográficas, ya saben, pero debe ser algo así como esa gente que hipnotiza gallinas), en esa capacidad netamente emotiva que es la intuición: Obi Wan Kenobi induce una emoción de "Bah, no hay interés en los ocupantes de este vehículo" sobre el sargento. Si el militar no se para a razonar que sus órdenes son "requisar cualquier androide sin documentación, por lo tanto debo pedirles su documentación" y razona acerca de lo errado de su intuición, el truco dará resultado e incluso el engañado creerá estar eligiendo libremente.

 Ya en el mundo real, no es que tengamos algún ejemplo de este tipo de engaños. Es que estamos rodeados de ellos. Y se llaman Publicidad. Del automóvil que nos quieren vender se nos muestra una carretera vacía (?) en la que conduciremos fluidamente nosotros solos, de la colonia se describe artísticamente cómo desesperarán (en el buen sentido) los miembros del otro género si la llevamos, del teléfono móvil vemos a gente que revienta de la risa por el mero hecho de llevar uno de esos.
 Y no sólo para vendernos cosas está la publicidad. Del acusado al que la prensa quiere apiolar se nos muestra una foto sin afeitar y con cara avinagrada; en la catástrofe, natural o no, se nos pone un triste sólo de violines; del político al que toca crucificar sale el vídeo de cuando se metió el dedo en la nariz.
 Pero podemos razonar, podemos elegir aunque no sea tan fácil. Del automóvil podemos solicitar características, consumo promedio, coeficiente de rozamiento con el aire o resultados de los test de impacto; de la colonia podemos pedir muestras para que juzgue nuestro propio olfato; del teléfono móvil podemos irnos a los foros de internet (algunos son fantásticamente prólijos en detalles) a leer comentarios de quien ya se lo ha comprado. De todo ello podemos, por si a alguien se le había olvidado, preguntar el precio de venta (detalle pelín importante). Así mismo del juicio mediático podemos esperar a leer los fundamentos de derecho: también por internet hay excelentes artículos claros y comprensibles para el lego; ante la catástrofe podemos preguntarnos qué podía haberse hecho para prevenirla en lugar de sacar los gobernantes rédito de imagen a posteriori visitando la zona con gesto compungido para las fotos; del político podemos, rebuscando un poco, encontrar sus propuestas y decisiones tomadas.
 Podemos, como debía haber hecho el sargento, pedirles que nos enseñen su documentación. Aunque para poder de verdad razonar hay que empezar por aceptar que puede que nuestra conclusión de base esté equivocada, que puede que las órdenes no las estemos dando nosotros, que la elección nos haya sido inducida y no la estemos haciendo libremente, por mucho que así lo creamos.

 Es más trabajoso, pero, si razonamos, tenemos formas mucho mejores que las emociones para saber si son o no los androides que buscamos.

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