jueves, 21 de mayo de 2009

Salven el Tinglado y Voten

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 Para quien no lo sepa, hay unas elecciones a la vuelta de la esquina. Me he enterado por la siguiente conversación con mi buen amigo Gumersindo Amador:

- ¿Y a quién vas a votar tú en las elecciones europeas? - dice él.
- ¿Elecciones? Pues... me abstendré. - le respondo yo.
- Pero ¿qué dices, hombre? Parece mentira, con la lata que das siempre con eso de que hay que hacer un mundo mejor y tal.

 Gumersindo, para quien no lo sepa, no sólo vota en todas las elecciones, al menos en todas en las que se pueda votar contra aquellos a quienes les tiene ojeriza, sino que se viste más decentemente de lo habitual cuando va al colegio electoral para ejercer su derecho a participar en las decisiones gubernamentales. Después esos políticos que ha elegido siguen manteniendo un canon a los soportes de grabación videográficos (llamado canon SGAE) injusto, se suben el sueldo al comienzo de cada legislatura y mil lindezas más que a él tanto le revientan. Y, sinceramente, me parece perfecto (lo de Gumersindo, no lo de los políticos). Si cree en ello, adelante, que vote y hasta que se haga fotos depositando el voto en la urna.

 Pero a lo que vamos. No lo he comprobado, pero me da que enterarse de las elecciones si utiliza usted, amable lector, FalsiMedia, será, sin duda, facilísimo. El bombardeo mediático será brutal y despiadado e irá a más, entre otras cosas para convertir lo de las elecciones en un gran acontecimiento para todo el país. En realidad, en esto como en otras muchas cosas, creo que lo que tenemos que hacer es invertir las relaciones causa-efecto: los medios de prensa bajo el poder de los poderosos (o sea, prácticamente todos) no hacen una cobertura enorme de las elecciones porque éstas sean un suceso del que la población desea ser informada dada su trascendencia, sino que desean convencernos de que la cosa es tan trascendente que queremos ser informados de ello, así que nos meten el tema hasta en la sopa. Y, como en definitiva aquí todo Dios no habla sino de las cosas que salen por la tele, pues lo terminan, mayormente, consiguiendo, con lo que nos olvidamos de que antes del lavado de cerebro mediático las elecciones esas nos la refanfinflaban.

 Pero hay un segundo aspecto que también es muy interesante: se nos va a repetir hasta la saciedad que el que no vote es un canalla. No es nada nuevo, ocurre en casi todas las elecciones: las peticiones de abstención serán silenciadas en prensa, y todos, absolutamente todos los políticos de cualquier partido pedirán que lo imprescindible es que vayamos a votar aunque no sea a ellos.
 Y es que se teme a la abstención como fuerza de presión sobre los poderosos del mundo, porque equivale a decirles: "Sois unos bandidos, y no queremos entrar en vuestro juego". O un "Sabemos que nuestro voto no cuenta nada, por mucho que digáis lo contrario, sabemos que después vais a hacer lo que queráis sin que os importemos salvo, quizá, lo mínimo para que no alborotemos".
 ¿Imaginan ustedes, amables lectores, que se produce una abstención del ochenta o noventa por ciento? Quizá entonces el tema de conversación en las calles, en lugar de ser las banalidades de la tele, se transforme en un "Ahí está, lo que nosotros decíamos: Este sistema no nos gusta. Habría que cambiarlo".

 Votar es legitimar este sistema en el que vivimos, donde la democracia existe tan sólo sobre el papel y los derechos humanos sólo sirven para que los diputados bailen de vez en cuando al ritmo de una "canción solidaria" o vayan a un partido de fútbol contra la pobreza.
 Quien opta por abstenerse también está eligiendo una opción, también puede estar pidiendo algo. Y pudiera incluso ser una petición más ruidosa que otras muchas. A eso es a lo que le temen.

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