viernes, 15 de mayo de 2009

Reflexiones de un Inadaptado Social - El Costo de la Vivienda

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 El otro día aproveché que estuve en el despacho de un amigo aparejador para hacer un par de cálculos de los míos. Ya saben, de esos que no suelen casar con la forma de pensar de la sociedad en la que vivo.
 Como la vivienda ha sido y es una burrada de cara, se me ha ocurrido plantearme qué será lo que justifica eso, si es que la grifería será de oro, como los palacios de Sadam Hussein, o las vigas son de platino.
 En primer lugar, desde mi reducido conocimiento del tema, eufemismo que quiere decir que más bien hablo sin saber (cosa, admitámoslo, harto frecuente en los egodepentedientes publicadores de páginas web), estimo tres grupos de costes generales. El primero es el trabajo de todos los que tienen que hacerme la vivienda: arquitecto, aparejador, albañiles, pintores, peones de obra, electricistas, yeseros, etc. Son gente que está ahí echando sus horas de faena y justo es que sean remunerados por su trabajo. Como suele decirse, tendrán que comer, ¿no?
 Haciendo cuentas con datos reales, para una promoción de 40 viviendas, un promedio de 25 personas trabajan durante 12 meses, 30 días al mes y 8 horas al día, es decir, un total de 72.000 horas de trabajo cuesta la promoción, que entre 40 me salen 1.800 horas para construír una vivienda. Desde el momento que lo justo sería pagar una hora de trabajo ajena con una hora de trabajo mía, me parece sensato tener que trabajar yo 1.800 horas para pagar a los trabajadores que han hecho mi vivienda, de modo que si trabajo 8 horas al día y 5 días por semana, tardaré 45 semanas en pagarla, lo que equivalen a unos 10 meses.
 El segundo grupo de costos es el de los materiales: que si cemento, ladrillos, cables, vigas, plásticos, PVC, etc. Me figuro que hacer un cálculo, digamos "de justicia" sobre cuánto se debe pagar por esto es complicado, ya que el costo de los materiales varía dependiendo de la zona y del mercado. Dentro de mi ignorancia sobre el tema, me conformo con estimar que los materiales de una vivienda no deberían costarme más que el trabajo de quienes me la hacen, así que sumemos otros 10 meses que tengo que trabajar para pagarme la casa. El costo del suelo ni lo cuento. Sobre todo porque considero de justicia que la sociedad me ceda un espacio donde vivir medio digno. No quiero estar encerrado en una huevera, pero tampoco necesito "El rancho de Ánsar", como dijera en su día George W.Bush con su sagacidad habitual.
 Y ahora llegamos al tercer grupo de costes que califico como Chamusquinados, por cómo huelen, y no a ámbar: licencias, certificaciones, autorizaciones, permisos, impuestos, untadas al concejal de urbanismo, sobornos a quien proceda, etc. Opino que estos costes no se pagan porque requieran un trabajo como tal, o al menos no se pagan en proporción al trabajo que necesitan. Es decir, quiero creer que en una sociedad justa no existirían o serían muy reducidos los costes especulativos; los de los aprovechados de turno, para entendernos.

 Así pues, resulta que mi vivienda debería costarme 20 meses de trabajo dedicado poder pagarla, todo ello sin trabajar sábados ni domingos ni hacer horas extras. Contemos que dedico tan sólo la mitad de mi fuerza laboral a la misma, y subo el tiempo a 40 meses, esto es, algo más de 3 años.
 En lugar de ello, hemos hecho un mundo en el que el acceso a una vivienda digna requiere décadas de trabajo.
 Que viva la explotación del hombre por el hombre.

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