jueves, 28 de mayo de 2009

Conmigo o Contra Mí

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- Debiste permanecer leal al Canciller.
- ¿Al Canciller? Anakin, mi lealtad es con la República, con la Democracia.
- Si no estás conmigo eres mi enemigo.
 [Star Wars - El Retorno de los Sith]



 Recuerdo ahora mismo un día que iba yo en el autobús escolar, al estilo niño de South Park. Era uno de los primeros días de curso, poco después de la vuelta del verano, cuando un niño se sentó repentinamente en el sitio vacío a mi lado y se me quedó mirando fijamente, prácticamente nariz con nariz, con cara entre divertida y jocosa.
 "Ayvadios", pensé yo, "que ya me ha tocado el tarado".

- ¿Tú de qué equipo eres? - me dijo sin mediar palabra.

 "Ayvadios".
 Pensé chillar llamando a la señorita esa azafata del autobús, pero, como pasa con la policía, en ese momento estaba en el otro extremo del vehículo, concretamente resolviendo un caso de niños que sacaban la cabeza por la ventana. Parece que, como dice Batman, el miedo es algo a lo que uno siempre acaba por tener que enfrentarse a solas, así que tendría que valérmelas por mí mismo:

- ¿Equipo? ¿Equipo yo? ¿De qué equipo? ¿Equipo de qué? ¿Equipo para qué? - aquellos días habíamos estado haciendo grupos de trabajo en clase, así que lo mismo tenía algo que ver con eso.
- De fútbol, hombre, de fútbol. - respondiome él como diciendo "si está clarísimo".
- Ah, de fútbol. No, pero si yo soy muy malo, yo no juego a eso. Vamos, sí juego, en el patio, pero que me ponen siempre de portero, con eso te lo digo todo.
- No, hombre, no... - me dijo él con impaciencia - que qué equipo te gusta. De esos de la tele.
- Oh, ya. Pues... bueno, la verdad es que no entiendo de fútbol.

 Aquí ya se le puso una cara como de pensar "¿De qué museo han sacado a este niño tan raro?". Pero no parecía de los que se dan por vencido facilmente, no:

- Bueno, pues dí uno. - me soltó.
- ¿Uno? Pues... pues... - la azafata de vuelo en las antípodas, todavía - no sé yo... el Barcelona mismo.
- ¿El Barcelona? Anda yaaaa - berreó - si esos son muy maloooos - berreó más todavía. No lo bastante para que la susodicha azafata acudiera, por lo visto.
- Oh, bueno, pues... pues... - estúpido chiflado, ¿por qué no existiría un conjuro para ahuyentar a esta gente? - no sé, el Athletic.
- ¿Pero cómo que el Athletic? Pero si esos son unos mantaaaaas - chilló mientras hacía un gesto con la mano tipo "vete por ahí donde no te vea".

 Joer ya. A ese niño por lo visto le hacían tocamientos, o algo. No, pero ni siquiera estábamos en un colegio de curas; allí todo el profesorado o estaba casado o en edad de no tener mucha dificultad para encontrar pareja.

- Bien, pues entonces, ¿cuál tengo que decir? - le pregunté yo, a ver si arreglábamos la cosa sin necesidad de resoluciones de la ONU.
- El Madrid, hombre, el Madrid. - me aclaró él, como quien conduce, me pareció, al redil a un mal alumno. Y el símil me gustó, por lo del borreguismo.
- Bueno, pues el Madrid. - dije yo. Estúpida azafata.
- Muy bien dicho, hombre - me palmeó la espalda animoso - esos son los mejores. Tú sí eres de los míos.

 Iluso de mí, que pensé que me había librado de él. No bien pasó un niño por el pasillo, veo que le increpa:

- Anda, lárgate de aquí, tú, que aquí no te queremos. - anda María, que ahora me iba este a enemistar aquí con la gente.
- ¿Qué te ha hecho ese niño? - le inquirí yo.
- Nada, que es del Valencia.

 Al siguiente niño que pasó le dedicó palmaditas y saludos animosos.

- Es del Madrid.
- Lo habría adivinado - repuse yo.

 No aburriré (más) a mis amables lectores con el resto del viaje que me dio, pero digamos que su comportamiento fue todo en ese estilo: dividiendo a los estudiantes entre los que estaban en su bando y los que estaban "en el otro". Llegando a destino cruzamos nuestras últimas palabras:

- Bueno, ¿y cómo te llamas? - dije yo.
- Gumersindo Amador. - dijo mientras salía corriendo hacia otro niño y gritaba: - ¡Joseeeee! ¡Que hemos ganadooooo!

 Aún habiendo sido declarado oficialmente "del grupo", no tuve mucho interés en saber qué es lo que "habíamos ganado", más que nada porque sospeché que no me tocaba mucha parte del botín, así que aproveché para escabullirme.
 "Este personaje chiflado y yo podemos ser de todo excepto buenos amigos", pensé yo. "Y espero que no haya muchos como él en el colegio".
 Ya apuntaba maneras de mal augur, ya.

 Muchos son los que, como Gumersindo, aceptan los argumentos y las conclusiones de los que han declarado "los suyos": su prensa, sus articulistas, sus políticos, sus amigos. Y viceversa. Sin embargo, de los que han nombrado "los otros" toca no fiarse ni un pelo: la prensa es tendenciosa y parcial (como si fuera posible hacer prensa imparcial), los ideólogos no dicen más que memeces porque están ofuscados por algo, los políticos mienten más de lo que hablan, etc.
 Invito al lector a que se plantee en cuántas de las situaciones de su vida sus decisiones y su comportamiento se ven influídos por ese "Si es de los míos acepto lo que venga de él. Si no, mucho cuidado. No necesito más criterio".


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