viernes, 12 de junio de 2009

Batman - Tierra de Nadie

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"Puedo partir una montaña en dos con las manos desnudas. Puedo volar a casi Mach 2. Pero no puedo hacer que un niño aprenda a leer. No puedo reconstruir barrios o guetos. Si echo a los ladrones de una zona se instalarán en otra. No puedo impedir que la gente beba y conduzca. Ni detener las palizas domésticas. Si un cometa se dirigiera contra la tierra y necesitaras a alguien para detenerlo, yo sería ideal. Pero la mayoría de los problemas no se pueden resolver a golpes. Es... no es tan simple."
 [Jason Miller en «Rising Stars» - Cómic Número 16]


 En los comics de Batman hay una saga llamada "Tierra de Nadie" que me pareció interesante. El Batman ese casi siempre ha tenido buenos guionistas, dicho sea de paso.
 La base argumental es como sigue: se produce un enorme terremoto en Gotham City, donde, como todos sabemos, vive y patrulla Batman. Los efectos son tan terribles que media ciudad se viene abajo. Su economía y organización social quedan destruídas, y el gobierno del país decide "cerrar" la ciudad, al considerar que no merece la pena reconstruírla. Tras un periodo de evacuación sellan puentes y carreteras de acceso, dejándola incomunicada. Pero no todo el mundo se va: muchos no pueden o no quieren por diversas razones, así que se quedan. Con lo que Gotham sigue existiendo, pero sin ley, sin civismo, sin infraestructuras, sin instituciones.
 La ciudad cambia. Una bicicleta capaz de sortear los escombros vale bastante, un automóvil no vale nada donde no hay surtidores de gasolina, una manzana es un lujo donde no llegan los camiones de abastecimiento al supermercado. La mayor aberración que debe eliminar el ser humano para dejar de ser considerado bárbaro, esto es, La Ley del Más Fuerte, se aposenta por todas partes.
 Y en esto que, como la Guardia Civil, cuando se ha acabado la pelea, me llega Superman. Ya saben cómo va eso: que si los acordes sonando, que si la capa ondeando al viento, que si los calzoncillos por fuera (no al estilo del rapero de moda, sino ahí diréctamente por encima de los pantalones. El Super ya que hace algo lo hace bien).
 Total, que se encuentra con Batman. Que vengo a echar una mano. Es que estaba en el espacio. Es que mi jurisdicción es todo el planeta y hay mucha faena. Es que más vale tarde que nunca. Y la máxima del pensamiento político conservador: Dejadme solo, que esto lo arreglo yo.
 Batman, que también tiene sus prontos, le dice que el tipo de ayuda que él puede ofrecer ya no sirve en Gotham. O sea, que "Largo de aquí o te arreo". El Superman recela, y hace bien, porque todos los que hemos leído esas joyas del cómic llamadas "El Retorno del Señor de la Noche" y "DK2" (que ustedes ya están tardando en bajarse del eMule o similar) sabemos que al final arrearle, lo que se dice arrearle, vaya si le arrea: le da la del oso. Pero no se me arredra, claro, que para eso lo educó una familia honrada. "24 horas te doy", le dice Batman con su delicadeza característica.
 Superman se pone manos a la obra, y comienza con el primer mendas que se encuentra por las calles:

- ¿Usted antes qué era? - le dice, como en el chiste.
- Yo Ingeniero de Centrales Eléctricas - responde el hombre, que no está precisamente para chistes. Anda que se ha ido a encontrar con el barrendero, también.
- Pues venga, que aquí yo voy a reconstruír la central eléctrica de la ciudad con sus indicaciones.

 Y a fe que lo hace, que para eso tiene superpoderes. Y en unas horas. Bien, pues esto ya está, ahora habrá muchos puntos intermedios del cableado que reparar, claro, pero el corazón del sistema ya está en marcha y latiendo. Voy a hacer unos sobrevuelos de patrulla y ahora vuelvo. Por aquello de que la gente diga que si es un pájaro, que si es un avión y tal. Usted siga con los ajustes de las máquinas.
 No bien se ha ido el Súper, le llega una mujer al ingeniero jefe:

- Por favor, póngame la electricidad en mi casa, que está a pocas manzanas de aquí. Le ofrezco a cambio estas latas de conserva que tengo guardadas.
- Pero, pero... - medio responde el confuso hombre.
- No le haga usted caso, póngamela a mí antes, que yo le doy estas 3 mantas impermeables que rescaté del club de alpinismo.
- Ehm... oigan, que no....

 En ese momento aparece un matón de barrio estándar que aparta a las dos personas:

- No importunéis al Señor de la Electricidad. Él decidirá sus precios y el orden a seguir. Y yo le protegeré a cambio de algo de ese precio, ¿verdad, jefe?
- Er... sí, sí, claro, eso mismo iba yo a decir - como para discutirle al armario ese.

 Pues bien, cuando vuelve Superman, se encuentra una larga cola de gente con prebendas que entregar a cambio de lo de tener corriente eléctrica, al principio de la cual está el Ingeniero Jefe sentado en una mesa tomando notas, y algunos matones (Dios los cría... etc) a su lado, en plan guardaespaldas.

- Pero ¿qué está haciendo? - ruge Superman furioso - Esto no era lo que yo pretendía. Esta no es la forma de hacerlo.
- Ya lo sé, pero... dígaselo a ellos. - responde encogiendo los hombros el ingeniero.

 Superman se vuelve y mira a los ciudadanos de Gotham. Observa sus gestos preocupados por el mañana, sus caras de desconfianza, las huellas del sufrimiento que ahora marca sus vidas. En Gotham ya no eran una civilización, una sociedad. Habían, en cierto modo, involucionado. Como quien vive en la cárcel, el "pase usted primero" ya no tenía cabida entre ellos. Igual que, como quien vive en la cárcel, ya no entendían recibir algo (agua, electricidad, comida, atenciones médicas) a cambio de "nada", ni mucho menos trabajar para el bien común.
 Superman mira hacia arriba, y descubre a Batman en lo alto de un edificio, agachado sobre una gárgola de piedra (Batman suele estar sobre una gárgola de piedra, creo que es para hacer bonito). Despega, vuela hasta él, esta vez sin acordes, y aterriza a su lado.

- Yo... no lo comprendí. Lo siento. - le dice - Me marcharé de inmediato.

 Un hombre sólo ya no podía arreglar esa situación. Ni siquiera un superhombre. Una sociedad no surge por obra de una sola persona, y menos aún de la noche a la mañana.

 Demasiado a menudo me encuentro con gente que, deseosa de un mundo mejor (menos horrible que el que tenemos), espera, anhela, ruega que aparezca un líder, un dirigente, un sabio, un poderoso, alguien o algo que arregle la cosa. Y que mientras él pueda verlo por la tele, sentado en el sillón. Valga esta historia como ejemplo de la implicación que todos deberíamos tener, día a día, con nuestro esfuerzo, en hacer un mundo civilizado.
 Un tal Jesucristo, hace la tira de tiempo, ya dio más de un buen consejo para hacer un mundo mejor. Quizá su intento fue el más adecuado: que lo hiciéramos entre todos. Sus consejos eran simples: ayudar, compartir, cooperar, respetar, comprender, perdonar. Así acabó el hombre.
 ¿Nunca ha odiado usted, en su fuero interno (sea lo que sea eso), a Dios por no arreglar esto de un plumazo, él que se supone que puede? Yo sí. Pero ¿para qué iba a hacerlo? ¿Para que lo volvamos a estropiciar? ¿No deberíamos antes pasar por el periodo de aprendizaje y comprensión para llegar a ser una sociedad?
 Además, ya mandó, parece, a su instructor en el tema y se lo pusimos a secar al sol colgado de una cruz. Eso por no citar las guerras que subsiguieron supuestamente inspiradas en él. No, casi mejor que nos deje a nuestro aire.

 Como ocurre con Gotham City, también en nuestro mundo necesitamos ser una civilización para cualquier tipo de progreso. Si no, no seremos más que monos con metralletas.


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