domingo, 15 de noviembre de 2009

Enseñanzas de los Juegos de Rol - El Derroche del Equipamiento Bélico

-----


"Malditas sean todas las guerras y los canallas que las instigan."
[Julio Anguita - Político Español]




 El otro día estuvimos mis amigos y yo jugando una entretenida partida de rol. En concreto, ambientada en un mundo de lo que se conoce como Espada y Brujería, algo así como el de El Señor de los Anillos.
Verán ustedes, en los juegos de rol, por el aquel del realismo, uno tiene que llevar un inventario de los objetos que tiene su personaje. Que si una espada, que si una armadura, que si comida para 4 días, que si un anillo mágico, y así. Así mismo, todas estas cosas hay que conseguirlas, claro, unas veces comprándolas, otras como botín de guerra al más puro estilo del petróleo actual, y otras incluso robándolas diréctamente (o sea, que también al estilo del petróleo).
Ocurría en nuestras aventuras y desventuras que, según el guión de la historia, una diosa de bajo poder (diosa clase B, o algo así, que también en el Olimpo parece que hay aprovechados y desdichados) nos había otorgado ciertos conjuros mágicos a cambio de que lográramos construírle un templo para la mayor propagación de su culto. Ya ven, tal que si aquí los sorprendidos jugadores fuéramos concejales de urbanismo, o algo así.
En estas andábamos cuando nosotros, los heróicos aventureros (acabábamos de robar caballos en una posada del pueblo anterior, pero albergábamos intenciones de llegar a ser heróicos), fuimos rodeados por un grupo de guerreros enemigos que nos triplicaban en número y, por si fuera poco, fantásticamente pertrechados para la batalla: que si corazas completas, que si caballos de guerra con armadura, que si alabardas relucientes, que si espadones de los gordos, etc.
Pero tranquilos, no se me muerdan las uñas, que aquí el chache, personaje mago para más detalles, echó mano de un conjuro para el cual nuestros adversarios no estaban prevenidos, y, en un pis pas, ganó la batalla. Les ahorraré los detalles, porque lo trascendente para este relato es el hecho de que nos quedamos con todo el equipo de nuestros enemigos. Botín de guerra, ya saben, como el petróleo. De hecho los dejamos en calzoncillos, lo cual no era estríctamente necesario, pero nos pareció que tenía su gracia.
No bien hubimos ganado la gloriosa batalla, nos dirigimos a la población más cercana a vender nuestros trofeos de la contienda. Después de todo, teníamos un templo que construír, y lo mismo con lo que sacáramos hasta podíamos empezar a hacer algo, así fuere dar una entrada para los terrenos, o encargar materiales. Y hete aquí que, oh sorpresa, nos encontramos que, con el dinero por las armas obtenido, teníamos suficiente para pagar la construcción de todo un templo de esos. Hecho y derecho, que no era una mísera capilla, no.
Todos los allí presentes esa tarde nos preguntábamos cómo era posible tal cosa. Después de todo tan sólo se trataba del equipamiento bélico de cerca de una decena de guerreros, por bueno que fuera. Hubieran de habernos visto ustedes, amables lectores, revisando precios, conversiones de monedas, sumando, multiplicando, cotejando reglas, y haciendo mil pesquisas para ver dónde estaba el error. Al final hubimos de rendirnos a la realidad: no había error alguno. El costo de ese material equivalía al de un templo completito.
Resultó algo bastante sorprendente para nosotros, jugadores experimentados, que solemos vivir nuestro día a día en el mundo de ficción preocupados por el último céntimo, siempre con el agobio del consabido "que no nos llega", al estilo de la teleserie "Cuéntame Cómo Pasó".
Poco a poco fuimos viendo la innegable realidad: el equipamiento bélico es carísimo. Enórmemente caro por los materiales que se usan, la valía de los numerosos fabricantes implicados en el mismo, las revisiones de calidad, y todo eso.

Esta regla es perfectamente aplicable, pásmense, a nuestro mundo real: el buen equipamiento bélico supone un gasto de riqueza desproporcionadamente grande en materiales, procesos de creación, técnicos y expertos implicados en su creación, horas de trabajo, infraestructura de montaje y hasta mantenimiento. Pero esto no se ve hasta que uno tiene que gastar en ambas cosas, y comprueba la equivalencia monetaria entre lo bélico y lo no bélico.
 Me pregunto yo, por poner un ejemplo, cuánto material médico o escolar se podría haber tenido con la inversión hecha en los quince aviones de combate de última generación EuroFighter comprados por el Gobierno Español.

Algunas veces los juegos nos ponen de relieve cosas que, por mucho que nos las hayan dicho por otro lado, aún no hemos asimilado completamente.
Y a veces esas cosas son, dicho sea de paso, vergonzosas.



-----