miércoles, 26 de agosto de 2009

A la SGAE Aporreando

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"El más fuerte no es nunca suficientemente fuerte para ser el amo, si no transforma la fuerza en derecho y la obediencia en deber."
 [Jean-Jacques Rousseau - Escritor y Filósofo]



 Me informo el otro día de una reciente maniobra de obtención de pruebas judiciales que la SGAE (para quien no lo sepa, Sociedad de Gestión de Derechos de Autor Española) ha hecho contra, como tienen por costumbre, un internauta de a pie (http://blog.grupoet.com/?p=54): llegan de repente a su casa, le asustan diciéndole que les manda el juzgado y que o les deja registrar la casa o acaba tras los barrotes sentado junto al asesino en serie. Nada novedoso: técnicas mafiosas y canallescas basadas en la desinformación y el miedo.
 Pero el incidente (frecuente, pero incidente) me trae a la cabeza otro tema indirectamente relacionado, que paso a relatarles.
 Hace algunos años, la web Kriptópolis avisó del intento subrepticio del gobierno español de sacar de tapadillo una ley llamada LSSI, disfrazada de «marco legal» pero básicamente dirigida a censurar internet al estilo de la Santa Inquisición, sin tener que pasar por todas esas monsergas de procedimientos judiciales. Los internautas, que molestabamos mucho, con eso de poder decir y publicar lo que nos daba la gana.
 Con el tiempo la ley se aprobó, claro. Y con ella seguimos. La aprobó uno de los dos partidos políticos esos que se turnan en el poder y la mantuvo (aunque juró y perjuró quitarla por lo más bendito) el otro cuando llegó a la poltrona; creo que es eso que se llama alternancia de poderes.
 Pero recuerdo lo que, en esos días en que los internautas descubrimos la jugada, leí en Kriptópolis referente al comportamiento que cabría esperar ahora de los medios de prensa (cito de memoria): «A los que hay que observar en estos días es a los llamados medios de prensa tradicional. Nunca como hasta ahora se distinguirán con absoluta claridad los medios libres de los esclavos». Y lo clavaron, oiga usted. Los medios esclavos montaron, casualmente esos días en que la Red española hervía de comunicaciones iracundas de los internáutas, una algarabía diciendo que hay que ver, que qué desastre esto del vacío legal de internet, que hay mucho spam, que hay mucho pedófilo, y que esto hay que controlarlo pero ya, por ejemplo, con una ley. No parecía haber ninguna necesidad aparente en el panorama informativo de que saltaran en ese momento en tromba telediarios, periódicos y radios a tratar ese tema, a no ser la de preparar (blindar) a la opinión pública contra esa movilización de los internáutas. En cuanto a «medios libres», digamos que no vi ninguno.
 Aquello me impactó lo suyo. Pónganse en perspectiva, piensen que yo por entonces aún creía que se puede medio saber lo que pasa en el mundo por la prensa; sí, barren para casa, nunca contradicen los intereses de sus anunciantes y todo eso, pero que vamos, que yo eso ya lo controlo y lo filtro. Y entonces van y todos de golpe, en respuesta a una orden de arriba, me montan un coro monocorde como el del "Es un hombre humilde y sencillo" que declaraba todo entrevistado viviente cuando le preguntaban qué opinaba del nuevo papa, el tal Ratzinger.
 En fin, que fue una revelación. Me ayudó mucho en la comprensión de hasta qué punto uno no debe hacerle ni puñetero caso a la prensa tradicional.

 Y ahora, con la SGAE pasa algo parecido: son poderosos y hacen lo que les viene en gana pasándose las leyes y el derecho por el arco del triúnfo; después de todo, una llamada al alcalde (si no más arriba) lo pone firme de momento. Como todos los poderosos, claro. Pero hay una diferencia: estos actúan en un plan más bien desquiciado. Quizá porque ven el final de su negocio, han emprendido una carrera hacia adelante en forma de ataques legales que, por mucho que ellos no se den cuenta, van dirigidos, en último término, a sus clientes. Algo así como si el de la tienda de la esquina le niega a usted el saludo por haberle visto comprando una vez en otra tienda, con lo cual usted decide no comprarle a él nunca más.
 Directos al batacazo.
 Quiero creer, por la ira que se lee por esas salas de reuniones internautas que son los foros, que cada vez más gente está viendo la luz. Y no me refiero solamente a comprender que las sociedades ("suciedades" gusta de llamarlas la comunidad internauta) de gestión de derechos de autor son unos granujas que nos chupan la sangre y viven del trabajo ajeno, manipulándonos y desinformándonos para ello a través de los medios de prensa bajo su control (o sea, todos) hasta el punto de sumirnos en una confusión y una dejadez tal, que hasta nos dejemos.
 Me refiero más bien a que casos como este, tan escandalosos, sirvan para entender que todos los poderosos del mundo hacen exáctamente lo mismo. Que nos lleven a darnos cuenta de hasta qué punto, con el Sistema actual, los ciudadanos somos esclavos y el verdadero poder está en manos de unos pocos, muy pocos, que se saltan las leyes cuando quieren.

 A la SGAE se les ve el plumero. Los demás no es que sean mejores. Es que se les ve menos.



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