martes, 29 de septiembre de 2009

Borregos con Bolsas

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"No conozco un mayor valor que el necesario para mirar dentro de uno mismo."
[Maestro Índio Osho - Místico Espiritual]



Les aseguro que he estado cerca de empezar este artículo pidiéndoles que no hagan ni caso de la campaña iniciada por el estado para que economicemos en bolsas de plástico. Ya sabrán algo, seguramente: que si las bolsas tardan siglos en biodegradarse, que si generan mucho CO2 en su fabricación, que si debemos llevar nuestras propias bolsas a la tienda y guardarlas para reutilizarlas otro día, etc.
No nos confundamos: todo eso está muy bien, dado que esas medidas y otras muchas deberían haberse implementado hace ya mucho tiempo. Pero aquí hay dos cuestiones que son de todavía más importancia.
La primera es el motivo de fondo para hacer esto: se está acabando el petróleo. Sí, señores, por mucho que la sociedad se haya reído en la cara de los que avisábamos del desastre, el petróleo no es infinito, y estamos llegando al punto (si es que no hemos llegado ya) que se define como Techo del Petróleo (Peak Oil o Cénit del Petróleo, como también se le llama) en el que gastamos más de lo que extraemos de la Tierra (lo cual significa que va a comenzar a escasear, ya sea por subida meteórica de precio o por carencia propiamente dicha), así que hay que economizarlo. Ahora bien, si economizamos en el líquido elemento, que economicemos todos: no sólo el ciudadano de a pie debe ir a todas partes con sus tres o cuatro bolsitas, sino que también otros muchos usos del petróleo deben ser reestructurados, reducidos o eliminados: jets privados, vehículos bélicos que derrochan una barbaridad, autopistas de muchos carriles, automóvil privado, plásticos desechables por todas partes (envoltorios, por ejemplo), transporte aéreo a mansalva para turismo, comercio global que hace que haya plátanos en España que vengan de Costa Rica con el derroche de combustible que ello conlleva, y muchos otros. Oh, pero todo eso no les gusta a los poderosos del mundo: quieren poder declarar sus guerras de rapiña, poder viajar en su jet privado, o enriquecerse vendiéndonos automóviles a destajo o con el derrochador comercio internacional. Es más fácil decirle a la tele que nos convenza aquí a los de abajo de ahorrar un poco de petróleo en bolsitas, y de paso algo de tiempo gana la macroeconomía en el tema. Apretarse el cinturón sí, pero los de abajo.
Lo cual me lleva de lleno a la segunda cuestión: vamos a hacer esto de las bolsas porque nos lo ha dicho la tele. Si antaño uno llevaba sus bolsas encima para reutilizarlas, declinaba las que le ofrecían en los comercios ("No, déjelo, para una sola cajita no necesito una bolsa, y ahorramos en petróleo y medio ambiente."), o hablaba de los siglos que tardan en biodegradarse, se le quedaban mirando a uno con una sonrisita de condescendencia un tanto insultante. Eso, desde hace pocas semanas, ha cambiado, y ahora los mismos de las sonrisitas condescendientes van a ser los que te insten con sus moralinas a hacer aquello de lo que se mofaban antes. Mucha gente va a seguir la campaña, no porque hayan razonado el tema y les haya parecido sensato, sino más bien porque otros lo han decidido por ellos. Esto del control que los de arriba tienen sobre nosotros funciona de perlas.

Por ambas dos razones creo que no somos más que un rebaño de borregos. Y no nos damos cuenta de cómo nos dirigen con el palo (tele) porque no queremos mirar. Tememos ver dentro de nosotros mismos nuestra actitud de rebaño.
Hasta para hacer las cosas bien.


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