martes, 22 de septiembre de 2009

Lo que Deberíamos Hablar

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"Está claro que somos una sociedad acomodada, consumista, y absolutamente alienada con la versión moderna de «pan y circo»: hipotecas a 50 años, periodismo rosa-amarillo y fútbol."
[Jorge Cortell - Libertario Internauta]



Soy tan inadaptado social, que demasiado a menudo me exaspera incluso oír retazos de las conversaciones de los demás. Permitan que les ponga ejemplos de ellas:

"Yo al cocido le echo un hueso nada más, y un pedazo de jamón, pero con la mitad de tocino."
"... y te da una rentabilidad del tres por ciento. Para mí no está mal."
"... con 6 cilindros más y 4 válvulas, pues ya me dirás. Y los asientos son sillones auténticos..."
"... esta temporada no ha metido ni la mitad de goles. Lo único que hace es dar algún pasecillo por la banda, y poco más..."
"... conocerá a alguien especial que... espera, espera que acabe con el mío, ¿no?... conocerá a alguien especial que le impresionará. Buenas perspectivas laborales, pero cuidado con ese compañero de trabajo que le tiene ojeriza. Salud: tenga cuidado con su dieta, los dulces pueden ser tentadores, pero..."

Ya ven. Justo lo que necesitamos en sociedad en estos tiempos. A ver qué les parecen estas otras:

"El salario de los barrenderos hay que subirlo, hombre. No se les actualizó más que el IPC en los dos últimos años..."
"... yo no digo que esté mal poner algún tipo de construcción significativa a la entrada de la ciudad, pero una obra de ese coste me parece un derroche."
"No nos faltan médicos. Nos falta que no se vayan. Que se les dé mejores condiciones laborales. Una reducción de un par de horas no sería mala cosa, propongo yo. Mi primo trabaja en el hospital de aquí al lado, y dice que hacen jornada de ..."
"... bien, no lo sabía, si las han roto en años anteriores, me retracto. No me extraña, entonces, que no pongan bombillas nuevas en las farolas. ¿Y no habrá alguna forma de hacerlas más seguras? Creo que hay algún sistema de luces refractarias que tienen la bombilla apuntando hacia arriba."

El segundo grupo me gustaría más encontrármelo que el primero. Pero no suele ocurrir. Corresponde, para quien no lo sepa, a lo que podrían llamarse «discusiones políticas», también llamadas «sobre política». Oh, sí, ya sé que usted, amable lector, pensaba que hablar de política era increparse mutuamente diciendo "los tuyos son peores que los míos", transformando el diálogo en una desagradable situación de enfrentamiento. Supongo que estará usted harto de verlo, así que por eso esquiva usted el tema siempre que puede, y prefiere hablar del cocido o leer el horóscopo. Pero no, no es eso. Hablar de política es hablar de las decisiones que nos afectan a todos, de los pasos necesarios para hacer de este mundo un lugar más exento de sufrimientos. Del salario de los barrenderos, en suma. Y de las obras que hacen falta a la entrada de la ciudad, de las condiciones laborales de los médicos y de las farolas del barrio o de la aceptación de una base militar extranjera en nuestro país. Son los poderosos del mundo los que han logrado convencernos de que hablar de política es debatir sobre las cualidades personales de cierto líder político y poco más.

En plan campo de pruebas, le consulta a mi buen amigo Gumersindo Amador:

- Oye, Gumersindo ¿a tí qué te parecería si tuviéramos algún sistema de decisión conjunta en las poblaciones? Que todos votáramos y eligiéramos sobre temas que nos competen diréctamente. Como el salario de los barrenderos de la ciudad.
- Pero ¿qué dices? Eso no sería posible. ¿Y qué sé yo del salario de los barrenderos, por ejemplo? ¿Cómo voy a decidir? - me responde.

Se le ve perturbado por el tema. Gumersindo es más bien de los de "Tú has votado, ¿no? Pues ¿qué más quieres?". Para mí que lo que le gusta es que otros le quiten el trabajo de encima y además poder quejarse de ellos, pero desde la barrera, que tener que elegir le expone a uno al riesgo de equivocarse. De repente le dices que va a tener que hacerse dueño de su propio destino, y se le viene el mundo encima.

Creo que esta cita de un tal Bakunin puede aclararnos la cosa:

"En el tema de las botas, yo me refiero a la autoridad del zapatero; en relación con las casas, canales o líneas férreas, yo consulto al arquitecto o ingeniero. Para tal o cual cimiento especializado yo recurro a tal o cual científico. Pero yo no permito que ni el zapatero, ni el arquitecto, ni el científico impongan autoridad alguna sobre mí. Yo los escucho libremente y otorgo mérito a su inteligencia, a su carácter, a su sabiduría, reservándome siempre el derecho irrenunciable a la crítica y a la censura. Yo no me limito a consultar a una única autoridad en rama especializada alguna; consulto a varias; comparo su opinión, y elijo la que me parece más convincente. Pero no reconozco a ninguna autoridad como infalible, aún en cuestiones especiales."

Tenemos que elegir nosotros, no ellos. No los de arriba, por mucho que pretendan convencernos de que el pueblo no debe mandar, que de eso no sabe. Pero a esto, a una verdadera democracia participativa, es a lo que de verdad los poderosos del mundo le temen. Y es que saben que nuestras decisiones, por pura lógica de convivencia (y hasta de supervivencia) no tardarían mucho en llevarles a una reducción de su poder, riqueza y privilegio. Por eso se esfuerzan tanto en que aquí, de democracia, tan sólo el título, y muchas gracias por participar, vuelva dentro de cuatro años.

¿Imposible de cambiar? Puede. Al menos por ahora.
Pero empecemos por tener siempre claro que las cosas no se están haciendo como deberían hacerse. No aceptemos su punto de vista de lo que es una democracia, por mucho que nos lo diga la tele. A ver si, a partir de ahí, pudiéramos dar el siguiente paso.


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