domingo, 13 de septiembre de 2009

Condición Femenina

-----


"La inocencia de un niño. Qué gran cosa es."
[Maestro Yoda en "Star Wars: El Ataque de los Clones" - George Lucas]



El otro día estuvimos mi buen amigo Gumersindo Amador y yo con más gente en casa de otro amigo nuestro llamado Godofredo, cuya principal peculiaridad para nosotros, solterones de poca monta, es que está casado. De hecho, nos solemos citar en su casa porque su mujer pone grandes trabas para dejarlo irse por ahí con esos «sus amigotes».
Y tiene una hija pequeñita que se vino a la habitación en la que estábamos haciendo nuestras estupideces. Como no había sillas para ella, la niñita, jugando, aprovechó un momento en que Gumersindo, profuso catador de bebidas carbonatadas, fue al cuarto de baño, para quitarle el sitio con una sonrisa pilluela. Volviendo Gumersindo de su alivio, hizo las bromas de rigor:

- ¡Pero bueno! ¡Qué niña más sinvergüenza! Me ha quitado el sitio. Pero ¿esto qué es? - dijo, con notable alborozo de la chiquilla.

 La niña estuvo riendo muy divertida hasta que hubo de bajarse del sillón para hacer alguna otra chiquillada (literalmente) y Gumersindo, raudo sólamente para hacer trapacerías y que de bastardo tiene un rato, le arrebató por la ley de hechos consumados el asiento que en el comienzo fuera suyo.
Ella, no bien vio lo que había ocurrido, rompió instantáneamente a llorar a moco tendido y a berrido distendido, con lo que acudió su padre a consolarla. Y Gumersindo, que, como ya he dicho, de bastardo tiene lo suyo, hizo ademán de levantarse distraidamente:

- Bueno, pues voy otra vez al cuarto de baño. - dijo. Lo cual, tratándose de él, no es imposible, porque las comidas rápidas tienen eso. Pero los demás ya sabíamos que era una treta.

Ipso facto la tierna niñita llantera cambió sus facciones otra vez a las de la risa divertida, mientras se abalanzaba a recuperar el sitio que ya, a estas alturas del enfrentamiento bélico, no se sabía de quién era. Gumersindo, claro, más rápido que ella porque estaba más cerca (si no, quizá perdiera la carrera, porque además de bastardo está un tanto gordo), se volvió a dejar caer en el cómodo sillón riéndose:

- Que no, que es broma, que el sitio es mío.

Sí, ya lo habrán imaginado: de divertida infante, la hija de Godofredo se transformó en menos de medio segundo en desconsolada plañidera gritona. Les aseguro que hasta temíamos que la oyera la madre y viniera corriendo a ver qué maldad le habíamos hecho a su hija.
Y el experimento prosiguió, por obra y gracia de Gumersindo (¿he dicho ya que de bastardo tiene lo suyo?): se levantaba del sillón diciendo que se iba, reía la niña abalanzante, se sentaba Gumersindo, lloraba la niña, y así hasta que nos cansamos (nos cansamos los demás y le pedimos que parara, que Gumersindo haciendo bastardadas es casi infatigable). Los allí presentes, compungidos por el sufrimiento de la niña al principio, estábamos ya fascinados por su veloz conmutabilidad emocional. Incluso divertidos. Excepto tal vez Godofredo, que temía ganarse una buena si aparecía la madre.
Me llamó la atención que una niña tan pequeña difícilmente podía tener ya dentro de ella la malicia social necesaria para fingir en un montaje teatral de ese tipo. Y dudo mucho que, de haber sido niño en vez de niña, su comportamiento hubiera sido el mismo.

Creo que esta experiencia tiene que revelar algo de la naturaleza de la condición femenina. Pero no me atrevo a aventurar el qué.
Ya saben, sobre ciertos temas especialmente complejos, admito que tengo mis limitaciones.


-----