miércoles, 23 de septiembre de 2009

Como las Cremas

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"Combate los síntomas sin atender a sus causas profundas. Es la mejor fórmula para el fracaso a largo plazo."
[Alberto Piris - General de Artillería del Ejército Español en la Reserva]



Aconsejé hace algunos meses a un amigo que llevaba lo suyo echándose cremas para la piel, la ingesta de elevadas cantidades de agua. Nada del otro mundo, los médicos lo aconsejan frecuentemente, sólo que no lo hacemos. Pero este amigo me hizo caso y la maniobra le dio muy buenos resultados, incluso mejores que los de las cremas. No me extrañó; verán ustedes, la piel crece de dentro hacia fuera, es decir, se genera en las capas interiores, y sale al exterior hasta que la descamación va haciendo que se caiga. Por lo tanto, si tenemos una buena hidratación en nuestra alimentación, esta piel, con el paso del tiempo, nacerá y surgirá más hidratada, con las múltiples mejoras que ello conlleva, también la de belleza, por supuesto. Las cremas, por contra, mayormente se podría decir que únicamente nutren (y si acaso mejoran) las capas más exteriores, las que están próximas a caerse por la descamación. Ello hace que tengan un efecto menos duradero, lo que es perfecto para el fabricante ya que tendremos que ir a comprar otro bote, aunque más inmediato, lo que es también idóneo para venderlo, dada la búsqueda de satisfacción inmediata que rige nuestras formas de vivir.
Claro, yo comprendo que adquirir buenos hábitos de ingesta de agua requiere su tiempo, recordar llevar agua encima, acostumbrar al estómago (al principio se le resiste a mucha gente), y si además tenemos en cuenta a quienes recomiendan no beberla con la comida (por su reducción de la efectividad de los jugos gástricos, ya se lo explico otro día), pues más difícil todavía. No es llegar, como quien dice, y besar el santo. Y además tarda su tiempo en hacer efecto. Y todo eso sin citar que la interrupción demasiado temprana de este buen hábito lo mismo hace que toda la operación no nos haya servido para nada.

El tema este de las cremas para la piel es un ejemplo de cómo nuestra sociedad no ataca la raíz de los problemas, sino a sus efectos. En lugar de buscar qué está mal para arreglarlo, se tapan los destrozos o como mucho se reparan los daños sufridos, y a otra cosa.
¿Que el niño hace alguna travesura a causa de la violencia que el sistema le ha inoculado? Se le da un sopapo o un castigo, y a otra cosa. ¿Que la desmotivación de una vida en la que será (ya es) una hormiga trabajadora, una tuerca del engranaje sin iniciativa o recompensa por el esfuerzo personal, le pone los estudios cuesta arriba a los estudiantes? Sus progenitores les inflan a reprimendas para «que estudie más»: "Que eres un desconsiderado, que nos esforzamos mucho para pagarte los estudios, que parece mentira, hombre".
¿Que tiene alguien celulitis? Intervención quirúrgica al canto, y como nuevo. Sí, una dieta saludable con alimentos bajos en índice glucémico y ejercicio físico sería mejor, y arreglaría de paso el páncreas, pero eso es mucho trabajo.
¿Le preocupa a uno que los niños estén solos jugando en la placeta de la urbanización? Se ponen más puertas, vallas más altas y cámaras de vigilancia en vez de hacer una sociedad donde haya menos delincuentes.
¿Que hay una gotera? Se pinta el techo por dentro, y ya no se ve.
¿Más delitos? Pues más policías.
¿Dolor de muelas? Un spray calmante y a seguir el día a día.
¿Dificultades para dormir? Su pastilla, y a roncar.
¿Más gente se accidenta por el tráfico? Multas más elevadas. Incluso de carcel, ya puestos. Yo estoy por sugerir la amputación de miembros, como los sumerios.

Pero el niño crecerá hecho un zombi malhumorado y desagradable, el estudiante aprenderá exclusivamente los cuatro truquillos para salir del paso, la celulitis volverá igual que la gotera, la muela empeorará hasta dañar la encía, el sueño artificial producido por las pastillas no nos aportará la necesitada estabilidad síquica, etcétera.
Un día nos encontramos que no hay calor humano en unas calles atestadas de zombis malhumorados, ni trabajos bien hechos por profesionales competentes que dominen en profundidad su labor, un día la obesidad nos mata de un paro cardíaco tras hacernos vivir años de (paradójicamente) sinsabores, etcétera.
Y, claro, es más difícil actuar sobre la raíz (lo que se llama «ser radical», por mucho que los medios de prensa se refieran tan sólo al otro significado de esta expresión) de los problemas. A menudo es dificilísimo.

Así que nos ponemos una crema.
Que tengas suerte, raza humana, con todo lo que estás barriendo bajo la alfombra.


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