lunes, 21 de septiembre de 2009

Encima y Debajo de la Línea

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"Lo primero que ustedes los elbonianos han de entender del capitalismo es el sistema de incentivos: Si son ustedes capaces de trabajar doce horas al día, eventualmente el dueño de su fábrica se hará rico. Y entonces ustedes podrán sentarse en casa a ver programas de televisión basados en la vida de los millonarios."
[Tira Cómica de Dilbert - Scott Adams]

"Al autor del programa no le molesta que la reina sea la mujer más rica del mundo. No le importa en absoluto que cada año se gaste en uno de sus numerosos placeres la misma cantidad de dinero que necesitan 6.000 familias inglesas para vivir durante ese mismo espacio de tiempo. No se le ha ocurrido preguntar por qué la reina se gasta más de 3.000 millones en el cuidado y entrenamiento de los caballos. Lo obvio le resulta impensable. Es feliz con que ella sea rica. Tiene la mentalidad sumisa del esclavo."
[La formación de la mentalidad sumisa - Vicente Romano]

"- Eh, capataces, me noto un poco cansado. Haced vuestro trabajo y venid a darme unos cuantos latigazos."
[Asterix - La Residencia de los Dioses]

"Existe una línea marrón que divide a la humanidad en dos grandes grupos: aquellos que nacen por encima de la línea de flotación y tienen una vida, y los que nacemos hundidos en la mierda y tenemos que darnos de hostias por salir a respirar."
[Fuckowski, Memorias de un Ingeniero - Alfredo de Hoces García-Galán]


El otro día tuve que llevar a mi buen amigo Gumersindo Amador al trabajo. Se le cascó su coche (¿o acaso alguien trabaja todavía medianamente cerca de su lugar de residencia como para no necesitar ir en vehículo?) y me pidió que lo llevara en el mío, a lo que yo accedí, claro, porque, otra cosa no, pero, Gumersindo, buen amigo sí que es.
Paliza a veces, pero buen amigo. Me esforzaba en recordarlo mientras me daba una murga inacabable desgranándome la lista de automóviles que tiene el futbolista David Beckham ese, el de las colonias, o cremas de afeitar, o marcapasos, que qué sé yo lo que anunciará ya. Les ahorraré los detalles; baste decir que, por la fascinación con la que relataba Gumersindo, me quedó la impresión de que mi abuelita, que en paz descanse, veneraba menos a Fray Leopoldo de Alpandeire y a la Virgen del Santo Remedio.
En estas estábamos cuando, ya llegando al trabajo, le señalo el automóvil de quien, por aparcar en la misma zona sería, seguramente un compañero de trabajo:

- Mira, Gumersindo, ese le ha puesto un tubarro a su coche. - le digo, a ver si así desvío el tema sin que se me note mucho.
- Eso no es un tubarro. Es un alerón. - me corrige él. Tengo que aprender más de estas cosas. Algún día. - Y ese lo que tiene es enchufe, y por eso gana más que yo y trabaja menos. - responde con un cierto aire de asco.
- Vaya, pues entonces, ¿qué opinión tienes de las personas con rentas más altas, esto es, de los ricos? - inquiero yo. Imagino, ingenuo de mí, que si la injusta relación trabajo-riqueza le molesta con un compañero suyo, este pilla a Bill Gates o a Donald Trump y me los fusila tres veces.
- Ah, yo, por mí encantado. Quien sea rico, pues ole él, aunque sea explotando. - me sorprende él. Gumersindo, como mis amables lectores sabrán, sigue sorprendiéndome por más que pasan los años.
- Pero vamos a ver... tus jefes, por ejemplo, o los de la empresa, que trabajan poco y ganan... casi todo - iba a decir "mucho" -, ¿eso te parece bien?
- Hombre, claro, es que nosotros tenemos trabajo gracias a ellos, que son los que se buscan la vida para que la empresa funcione. - me contesta muy convencido.
- Repítemelo. - Gumersindo está en pleno canto del cisne, de tanto sorprenderme.
- Son los que montan la empresa, y se quiebran la cabeza para ponerlo todo en marcha, y el papeleo, y tal. Y los que corren con los riesgos, que si las cosas fallan... - aquí se dilata un poco en encontrar las palabras.
- ¿Tendrían que ponerse a buscar trabajo, como todo quisque? - le echo una manita yo.

A Gumersindo, como a tantos otros españoles, le pasan varias cosas. La primera es que, como dice Michael Moore en un capítulo de su libro "Estúpidos Hombres Blancos" llamado "Sé Realista: Nunca vas a hacerte Rico", conserva, en algún recoveco de su alma (tras los «colores» de su equipo de fútbol, supongo), la posibilidad de hacerse rico él tambien el día de mañana. O, al menos, de llegar a ser como esos jefes que aparecen un par de veces al año por la empresa con aire campechano sonriendo a todo el mundo. Así que le gusta que los de arriba sean más o menos intocables.
Lo segundo que le ocurre es lo de siempre: que se lo ha dicho la tele. Oh, no, perdonen, lo diré con otras palabras: que los medios de prensa y la cultura establecida en el sistema le ha mostrado durante toda su vida, como algo completamente natural, un mundo en el que se permite que algunas personas amasen inconmensurables fortunas sin dar, como suele decirse, un palo al agua, y aún hasta se les respeta o incluso idolatra.
Así que la cosa sigue para él una evolución gradual: si los de abajo ganan un poco más haciendo el mismo trabajo, pues le repatea. Si los de arriba, los que ya han pasado la línea, ganan muchísimo más haciendo casi nada de trabajo, pues le parece perfecto.

Esclavos. Y además sumisos.


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