domingo, 26 de abril de 2009

Por Favor Elijan por Mí

 Estamos un día mi buen amigo Gumersindo Amador y yo hablando de unas recientes elecciones realizadas en España y me dice él:

- Ahora a aguantar a estos 4 años. Qué horror. 

 Como puede apreciarse, Gumersindo no estaba muy contento con el resultado de las elecciones. Ya sabrán mis pacientes (espero) lectores que Gumersindo aún considera que el sistema bipartidista no es un teatrillo creado para que aquí el rebaño no nos demos cuenta de que tanto unos políticos como otros hacen básicamente lo mismo cuando están en el poder. De modo que, por lo que a él respecta, hubiera preferido que hubieran ganado los otros.

- Bueno, la democracia tiene eso, Gumersindo. - me le consuelo yo.
- Sí, tiene que porque los que votan son idiotas ahora tengamos que irnos todos a pique. - se me luce diciendo él.
- Aún suponiendo que tengas razón, las decisiones tienen que ser tomadas entre todos aunque nos equivoquemos. Porque lo contrario sería dejar el poder en manos de una sóla persona o a lo sumo de unas pocas, y eso, entre otras cosas, es muy peligroso.
- Pues yo estoy dispuesto a arriesgarme. - dice él.

 Patidifuso es poco para describir cómo me deja Gumersindo a veces. Y, claro, huelga decir que el resto de nuestra conversación no sirvió para que cambiara de punto de vista.

 No mucho después ocurrió un hecho de esos que para mí que sólo pasan en nuestro país: un futbolista profesional se murió en el campo, no sé si de un paro cardíaco o algo así. Y a FalsiMedia le dio por orquestar una escandalera al respecto. Ya saben cómo son esas cosas: montones de documentales, noticias en todos los informativos, fotos de la dulce familia del fallecido, música triste de violines, escenas de los allegados llorando a moco tendido, en fin, bombardeo absoluto con el tema. Con tal condicionamiento mediático mucha gente que nada tenía que ver con el futbolista cayó en la trampa de sentir la pérdida como propia, y empujados por prensa y gente, los estamentos más o menos oficiales tuvieron que organizar exequias, homenajes, partidos de fútbol y seguramente hasta timbas en nombre del difunto: minutos de silencio en todas partes (además de en todos los partidos, claro), fotos suyas con coronas de flores en las terrazas, y hasta creo que el público se callaba de golpe en mitad de los partidos de su equipo al llegar el minuto catorce, que era, si no recuerdo mal, el número que vestía el futbolista.
 Por decirlo más brevemente: imbecilidades. Opino que toda esa gente que le seguía el juego a FalsiMedia y se dejaba insuflar la sensación de pena y apego al futbolista estaban comportándose como auténticos bobos. Me da a mí que de no haber sido sicocondicionados de tal manera, mayormente por la tele, la muerte de ese hombre les importaría tan poco como las de esas decenas de fallecidos que hay en accidentes de tráfico cada día en el país. En fin, los lavados de cerebro tienen eso.
 Pero he relatado este caso de bobería televidente (expresión redundante donde las haya), que no es sino uno más entre muchos, por lo que ocurrió un día que, por esas fechas, llegué a casa de Gumersindo y él, que estaba, cosa nada rara, con la televisión encendida, me enseñó la retransmisión del momento en el que salía el coche fúnebre con el ataud del desafortunado:

- Fíjate que idiotez, que retransmitan esto - dijo. Por una vez estuvimos plenamente de acuerdo en algo. Espero que no tenga que morirse alguien cada vez que lo estemos.
- Pues sí. Y mira, mira la de gente que hay esperando la salida del coche fúnebre. Es increíble. Pero si seguramente la mayoría de los que están ahí a ese hombre ni lo conocían. - le respondí yo boquiabierto - Y fíjate, están llorando a gritos algunos, y todos los demás aplaudiendo como si estuviera saliendo el Michael Jackson. Fíjate qué estruendo arman.
- Pues todos esos son los que votan en las elecciones. Para que tú veas. - dijo él, recordándome tanto nuestra conversación de días anteriores como su capacidad para llegar a conclusiones burras.

 Gumersindo, como muchos otros españoles, piensa, según sus propias palabras, que "Siempre alguien tendrá que mandar". Es de los que ven la historia exclusivamente como resultado de las decisiones de grandes hombres que configuran el destino de los pueblos. De ahí a convencerle de que "el pueblo no entiende de gobernar", como se enseñaba en los libros de texto de la enseñanza franquista, no hay mucho trecho. Con ello quedará destruída su conciencia democrática.
 Desde luego el hecho de que la población sea (seamos) lerda o meramente lo bastante desinformada para dejarse manipular complica esto de que las decisiones sean tomadas entre todos, o sea, democráticas. Como decía un amigo: ¿Qué libertad de elección tiene quien sólo sabe elegir quién abandonará la casa de Gran Hermano o la alineación del equipo de la selección nacional de fútbol?
 Y los de arriba colaboran en esto. Aún recuerdo al político Javier Arenas diciendo "Lo digo y lo repito: los niños no deben meterse en política". Para que vayan aprendiendo actitudes, se supone.

 La solución pudiera ser formar a la población en lugar de idiotizarla. De esa forma podríamos tomar las más de las decisiones entre todos y la concentración de mucho poder en pocas manos, fuente de corrupción, sería mucho más dificultosa. Pero no, todo esto la cateta mentalidad española lo considera "Muy bonito, pero no ocurrirá nunca".
 Pues bien, quizá algún ejemplo, por aislado que sea, nos proporcione algo de inspiración, el de Suiza.
 Si ellos lo han conseguido aunque sólo sea parcialmente ¿de verdad no podemos lograrlo nosotros también?