sábado, 11 de abril de 2009

Muriéndose un Poco

 Voy a hablarles, hartitos les tengo, de mi buen amigo Gumersindo Amador. Verán ustedes, Gumersindo, pese a ser buen amigo, no me ha salido el hombre pero que nada deportista. Y para complicar más la cosa, goza y se ufana de comer pizzas hechas por encargo, coca-cola (el infeliz ha caído en la necia batalla de pepsi contra coca-cola, así que presume de su elección con carteles, camisetas y señales varias, con lo que le da publicidad gratuíta a la multinacional de las aguas negras) y hamburguesas, preferiblemente del McDonalds (también se ufana de esto último hasta el punto de haberse vuelto un bobo más de esos que cree estar haciendo una gracia cuando usa la expresión "Macnífico", con lo que más propaganda para otra multinacional; me alegraría que le regalaran un globo o algo así, que otra cosa no, pero buen amigo mío sí que es).
 Con tales antecedentes ya se imaginarán que Gumersindo acostumbra a parecer un poco una foca ártica. Como hasta presume de no hacer deporte, no les sorprenderá que un día tuviéramos una conversación como esta:

- Mira, yo de aquí a pocos años, de tan gordo que estoy, me da un subidón de noséquélitis, me da un paro cardíaco o qué sé yo, y para el otro barrio. Pero que me quiten lo bailado: ni he tenido que hacer deporte, ni cuidarme de comer coliflores de esas como tú, que pareces un conejo. - dijo, ya habrán adivinado, Gumersindo.
- Pues puede ser, Gumersindo. Y tu vida te habrás vivido, sin privaciones. - le respondí yo.
- Ah, claro. - Confirmó él tan triunfante de su filosofía como de lo poco que había tenido que laborar para destilarla.
- Aunque lo mismo lo que te pasa es que te vuelves diabético y tienes que cargar el resto de tu vida con una máquina de diálisis. - añadí yo cuando vi que ya se me había confiado.
- Er... - dijo él tan blanco, que me pregunté si lo de la diabetes no estaba ya en marcha.
- Y que aún pudieran ser muchas décadas. - rematé yo, por si le quedaran ganas de gresca. Lo cual además es verdad, pues Gumersindo es muy joven.

 Lo inaudito de esta ocasión es que, por una vez, Gumersindo aceptó la prevalencia de mi opinión. Es decir, no tanto, que para admitir los errores propios y para hablar de florecitas ya están los franceses. Más bien ocurrió que algún tiempo después comenzó a hacer ejercicio físico. Y hasta a cuidarse algo su alimentación.
 Y es que ya sabían los chinos lo suyo cuando concretaron las cinco virtudes (que ellos representan, dicho sea de paso y en clara demostración de que hay estómagos para todo, como cinco murciélagos) de su Filosofía: Salud, Felicidad, Longevidad, Sabiduría y Una Muerte Rápida.
 No obstante, el otro día va el hombre y me demuestra lo de que íbero redomado puede tropezar muchas veces con la misma piedra. El escenario fue otra de nuestras conversaciones en las que yo repito básicamente, con palabras que aparentan ser doctas y poniendo aire profesoral, algo parecido al "Que viene el Lobo": Que tenemos el planeta abarrotado ya de radioactividad imposible de limpiar, así que Nucleares No; que la automoción está machacando al medio ambiente, así que apostemos por un comercio mayormente local, que se nos va a acabar la energía, así que transformemos los engranajes de la sociedad para derrochar menos... y así.
 Gumersindo, para cuando está ya bastante harto de mis cantinelas, acostumbraba a soltar el consabido "Ya inventarán algo" para ver si así me callaba de una maldita vez. Pero claro, ese argumento ya no se sostiene, porque en estos días incluso FalsiMedia dice que llega el derrumbe. Así que ahora se me ha sacado de la manga el hombre un nuevo argumento comodín:

- Pues mira, cuando nos tengamos que morir nos morimos. Y ya está.

 Como Gumersindo, muchas personas del primer mundo se apuntan al "Que me quiten lo bailao": yo disfruto ahora pese a quien pese, y si el día de mañana eso me cuesta la vida, pues sea. Como Gumersindo, creo que ninguna de ellas se ha parado a hacerse la pregunta: ¿Qué te hace pensar que vas a tener la bendición de una muerte rápida?
 Estas personas no comprenden que una hipótesis de futuro perfectamente factible si en el primer mundo no hacemos otra cosa aparte de consumir y vegetar (o sea, tal como vamos) es la de un lento y penoso decaer, con décadas de sufrimientos y miserias.
 También la población alemana durante el nazismo obtuvo beneficios de los botines de guerra, y también ellos cerraban los ojos para no ver su origen. También ellos, posiblemente, pensarían "Bueno, pues cuando esto se acabe, se acabó. Y que nos quiten lo bailao". Un día el ejército ruso entró en Alemania y, entre otros saqueos, violó masivamente a sus mujeres para después marcharse dejando a la población en una vida de miseria y deshonra.

 Tenemos que cambiar este mundo que se nos va a pique por culpa de cuatro apandadores que, tras haberse adueñado de él, lo desatienden cual los Ladrones de Alí-babá con su Cueva. Hay que evitar el derrumbe, si no para nosotros, sí para los que se quedan, esto es, para las generaciones venideras, quienes quizá así nos odien subconscientemente menos. Tenemos que resolver esto no sólo por humanidad y por lógica, sino porque seguramente el consuelo del "cuando nos tengamos que morir nos morimos" tampoco sea ya un argumento válido.


 NOTA: Si usted, amable lector, aún cuenta con la vía de escape del "Final Rápido e Indoloro" y le faltan razones para decidirse a hacer algo, sírvase leer el siguiente relato futurista dividido en dos partes:

2006-12-24 - Nochebuena año 2050:
Parte 1
Parte 2